Mis dibujos a lápiz, medio mixto y digitales |
Y me acuerdo lo tedioso y académico que era, conmigo, amistades que dibujaban pero no lo hacían como Yo. Ya en aquel escenario, había desarrollado una técnica, un estilo de hacer lo mío. Y siguiendo esa forma, dibujé a base de una ilustración de una revista de la época al Conde de Cumberland. Y a mi edad, pienso que había quedado bastante bien.
Mis amistades me celebraron el dibujo hasta que un día el profesor se acercó. Él no lo había visto. Al verlo, me lo arrebató de las manos y todos, incluyéndome nos quedamos en "shock" y en silencio. Le pedí que me lo devolviera. Me dijo expresamente que no. Que no me lo iba a devolver. Que eso no era parte de la clase ni de las tareas en el salón. Jamás me lo devolvió y Yo me fui del Colegio. Supe desde aquel instante que ese entorno académico, no era para mí.
Como profesional y creativo, algunos de mis proyectos |
Al entrar en la Universidad, no sabía que ruta tomar. Pero un día, cuando entré por primera vez a un curso requisito de Apreciación de Arte, mi vida cambió. La clase la daba la Profesora y Catedrática ya retirada Noemí Ruiz. Pero lo principal es que ella precisamente era artista. Era pintora abstracta. Con una obra extensa, compleja y profunda.
Ella supo desde aquel instante que Yo era artista. Y me ayudó, m enseñó a darle valor a mi trabajo, a comprender el ser artista y buscar mi propio camino. Con ella comprendí el valor de las formas, el uso y las técnicas, a conocer otros artistas y desarrollarme a otro nivel.
Poco después entre al campo de la publicidad, y fue muy duro. Tenía que trabajar. Me había casado y ya ustedes saben, hijos, hijas y todo lo que eso conlleva. Pero siempre estuve involucrado en el diseño, en la parte creativa y el área conceptual. Muchas veces era Yo, irónicamente el que supervisaba a un fotógrafo.
Así siguieron pasando los años, y un día con mi esposa, en una tienda por departamentos me compré una camarilla. Era una Nikon Coolpix con lente Zoom integrado. Y eso me cambió también. Volví a sentir aquella sensación que había perdido en la universidad. Comencé a escudriñar fotógrafos urbanos y comprendí sus vidas... Su arte, sus imágenes, todo ese encuentro que se da cuando realmente consigues los que buscas. Y lo había hallado en la fotografía.
Y no he dejado de dibujar porque además amo esa disciplina. Creo que esa semilla que Dios nos da no se debe dejar perder... Pero sigo con mis cámaras, intentando desarrollar una visión que me ayude a explorar otras áreas. A emprender otros caminos.
Ya mañana cumplo 56 años y siento que todavía falta mucho, tal vez tengo un espíritu de un jovencito, consciente de la edad pero con los sueños de arriesgarse a buscar nuevas aventuras...
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