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1/26/2018

Puerto Rico 1980


La Historia de los pueblos no puede desaparecer en el olvido

¿Olvidar, quién olvida? — Julio Cortázar

Un comienzo electoral que se convirtió en un duelo a muerte, repleto de irregularidades, desde Valencia hasta el Coliseo Roberto Clemente cuando en la madrugada del 5 de noviembre, presenciamos al candidato a la gobernación por el Partido Popular Democrático, Rafael Hernández Colón, gritarle a este país: “¡Populares, a las trincheras de la lucha!”, a pesar que se retractó de sus expresiones poco después.

1980 fue la década en que murió el político más importante del siglo pasado: Don Luis Muñoz Marín. Aquellos de nosotros que estuvimos presentes para ver la caravana de carros fúnebres, no podíamos creer la magnitud de miles y miles de seres humanos a lo largo del Expreso Las Américas (ahora Luis A. Ferré), como espectadores de la partida de una de las personas de mayor trascendencia en Puerto Rico.

Unos años en que contingentes de policías se dieron a la tarea de exponernos ante una violencia que jamás habíamos presenciado y ajena a nuestra cultura. 

La policía se convirtió en un escuadrón corrupto, similar a los grupos de operaciones tácticas e encubiertas en Suramérica, donde el poder del estado reside en la falta de libertad y la opresión policiaca o militar.

La muerte de Doña Adolfina Villanueva representó a principios de los 1980, en un despertar de conciencia. 

A partir de ese momento en nuestra historia supimos de primera mano que aquellos que supuestamente protegerían el bien común de nuestros ciudadanos, nos podían matar en cualquier momento y en cualquier esquina.

1980, representa una época en donde el pensamiento político dejó de ser infantil. 

Nuestro modo de pensar jamás sería el mismo. En mi caso, hubiese sido imposible permanecer conforme y callado ante la tragedia histórica de circunstancias y hechos políticos que nos han llevado a una evidente decadencia. Que es precisamente donde estamos ahora.

Nuestra memoria colectiva no se puede perder en un espacio cultural difícil de descifrar o la inserción de una doctrina extranjera que no es parte de nuestra cultura. 

No se puede perder en el desvanecimiento transcultural de un proceso que comenzó hace siglos. No puede desaparecer en la conciencia de generaciones que han vivido durante años el acoso y la persecución por sus ideas o relaciones radicales.

Nuestro pasado tiene que estar latente, inscrito y vivo en nuestra conciencia, una que despertó del sueño colonial para darse cuenta que Puerto Rico no es lo que se nos vendió en un momento dado.

El principio de nueva era

El miércoles, 5 de noviembre de 1980, una multitud invadió los predios del Coliseo Roberto Clemente, dirigidos por el candidato ala gobernación por el Partido Popular Democrático, Rafael Hernández Colón.

Luego de las 3:00 de la madrugada, esa misma multitud se colocó frente a la entrada del mismo Coliseo, justo detrás del portón que da acceso a esas facilidades, teniendo cara a cara el escuadrón de la fuerza de choque de la Policía de Puerto Rico.

Incluso, el Lcdo. Juan Mari Brás, candidato por el Partido Socialista, llegó a los predios del Coliseo indignado por la forma y manejo de los cómputos hasta esa hora.

El Representante de la Cámara para esa misma época, Severo Colberg y el Comisionado Electoral del Partido Popular Democrático, Héctor Luis Acevedo, se vieron obligados a hacer uso de altoparlantes para dirigirse al gentío que había recibido un llamado horas antes por el presidente y principal opositor del Partido Nuevo Progresista.

A esa misma hora, el Lcdo. Hernández Colón acusó a Carlos Romero Barceló de ser un “dictador latinoamericano” y de haber dado un “golpe de estado a la democracia puertorriqueña”. 

Ante los ojos de miles de personas que habían ejercido su derecho al voto y frente a los medios del país, arremolinados en los cuarteles centrales de dicho partido, ese mismo candidato le hizo un llamado revolucionario a sus seguidores: “¡Populares, a las trincheras de la lucha!”.

En el Comité Central del Partido Popular, miles de partidarios gritaban “Romero y Somoza son la misma cosa”, al momento en que llegó Rafael Hernández Colón. 

El candidato por el Partido Popular afirmó que esa declaración de victoria del Lcdo. Carlos Romero Barceló lo colocaba a él en el mismo nivel de Trujillo y Somoza, dictadores de Santo Domingo y Nicaragua respectivamente.

En el edificio Valencia, donde en principio se habían trasladado el conteo de los votos, el sistema computadorizado sufrió presuntamente un colapso. 

A las ocho de la noche un Oficial de la Comisión Estatal de las Elecciones le dijo a este pueblo  que “había fallas en el sistema de impresión por las computadoras y que se estaba trabajando el sistema para ponerlo al día”. “La anomalía es una falla electrónica” dijo Gerineldo Barreto, Jefe de la Agencia.

Cuatro semanas después, y con una ventaja de 1,936 votos, el Lcdo. Carlos Romero Barceló obtuvo el triunfo como gobernador de Puerto Rico. Esto, y a pesar de recuentos voto a voto e impugnaciones que llegarían hasta el Tribunal Supremo. 

La decisión no se hizo esperar, el poder ejecutivo quedaría en manos del Partido Nuevo Progresista. En el Senado prevaleció como Presidente de ese Cuerpo el Lcdo. Miguel Hernández Agosto y en la Cámara de Representantes, los dos primeros años del cuatrienio estarían bajo la presidencia de Severo Colberg.

Así las cosas, comenzó esa década. 

Una nueva era que estuvo plagada de serias irregularidades desde sus inicios. Con un ambiente político, cuyo gobierno electo habría de cargar para siempre el estigma de un sistema fraudulento que provocó la derrota del partido opositor.

Con un gobierno cuyo resultado electoral estaba en entredicho y cuyos resultados oficiales no se verían hasta semanas después. Con un cuerpo legislativo dividido y un sistema de fuerza y un orden policíaco matizado desde mucho antes por actos de brutalidad e injusticia ciudadana, así dio comienzo la década de 1980, aquí, en Puerto Rico.

Asesinos en uniforme

NOTA: La División de Operaciones Tácticas (DOT) nació en el año 1962 bajo el nombre de la Unidad de Reserva Especializada. Su propósito principal era intervenir en situaciones de alto riesgo que pusieran en peligro la vida de la ciudadanía y la de los policías.

Hace aproximadamente 40 años de la muerte de Adolfina Villanueva en Medianía Alta, Playa Tocones en Loíza. La mujer que vivía en una casa de madera junto con sus hijos y esposo resultó muerta en el operativo en que 6 alguaciles y 16 agentes de la policía ayudaban a ejecutar una orden de desahucio.

Doña Adolfina Villanueva fue alcanzada por un tiro de escopeta por parte de uno de los agentes de la “fuerza de choque”, en otras palabras de la Unidad de Operaciones Tácticas de la Policía de Puerto Rico. También resultó con heridas de cuidado, su esposo Agustín, quien todavía vivo decidió permanecer en el suelo inmóvil para que los agentes no continuaran disparándole.

Marta Villanueva, hermana menor de Adolfina relató el incidente y expresó que si su cuñado no se hubiera hecho el muerto, lo habrían acribillado a tiros también. Dado de alta posteriormente, Agustín identificó al agente Víctor Estrella como el que le disparó a su esposa y quien resultó absuelto de los cargos posteriormente, en el juicio.

Doña Marta afirmó también en su declaración que no se pudo probar la premeditación y que la demolición de la estructura de madera destruyó la evidencia física sobre la procedencia de los proyectiles por parte de los agentes.

Este caso conmovió al pueblo de Puerto Rico y se convirtió desde entonces en un símbolo de lucha en contra del desarrollo desmedido y la lucha de clases entre los pobres y aquellos que tienen más.

Ante el recordatorio de la muerte de Doña Adolfina, retumbaba el eco profundo de una pregunta sin respuesta que truena contra los más altos intereses económicos del estado:

“¿por qué tenían que matarla?”, preguntaba uno de los vecinos durante la recordación.

Este incidente, fue el segundo detonante de una época de violencia social, policial y política en contra de personas pertenecientes a una clase social específica. Los pensamientos políticos opuestos no habrían de tener cabida bajo un sistema opresor en esta década, cuyo desenlace veríamos más adelante y sobre el cual se desarrollaría el evento cumbre del estado político de la época: los famosos Sucesos sobre los Asesinatos en el Cerro Maravilla.

“Ha muerto el último de los próceres”

El 30 de abril de 1980 murió a sus 82 años, Don Luis Muñoz Marín. El duelo nacional en que se sumió Puerto Rico no tiene precedentes en su historia.

El periódico Nuevo Día detuvo sus prensas a las 3:15 de la madrugada para cambiar su portada así como la información editorial de 5 de sus principales páginas en el interior del periódico. De hecho, El Nuevo Día fue el único periódico que reseñó la noticia de su fallecimiento.

La solemnidad de los actos en ocasión de su muerte estuvieron presididos por Don ‘Pepe’ Figueres, ex presidente de Costa Rica y Don Rómulo Betancourt, ex presidente de Venezuela, respectivamente. El féretro salió del Capitolio en manos del pueblo y la inmensa procesión fúnebre de San Juan a Barranquitas duró 12 horas y constituyó el entierro más concurrido en la historia puertorriqueña.

La muerte de Muñoz Marín abrió para siempre una puerta generacional sobre la cual otros líderes se aprovecharon y encontraron el camino abierto para sus aspiraciones políticas. 

Su muerte aceleró también cuestionamientos políticos sobre su vida y obra. Muchos de los análisis políticos contemporáneos colocan la obra de Muñoz como el principio de un proceso colonial, un acuerdo en entredicho entre dos Naciones en donde las decisiones territoriales quedarían en manos de un ente extranjero.

La idea de un nuevo estatus político y los acuerdos legales para eliminar elementos racistas y discriminatorios que prevalecieron como elementos constitucionales desde la invasión norteamericana, le dieron a Muñoz un apoyo colectivo y masivo que ningún otro líder de cualquier partido político ha tenido en nuestra historia reciente.

A pesar de tener todo esto a su favor, la persecución, apresamiento y las torturas efectuadas durante su mandato contra Pedro Albizu Campos prevalecen como una nube negra que nunca habrá de disiparse para aquellos de nosotros que no tapamos el cielo con la mano.

“Heridos en el motín en UPR, estudiantes y policías”

El 26 de noviembre de 1981, la primera plana del periódico El Vocero de Puerto Rico desplegaba con fuerza una fotografía de los enfrentamientos entre policías y estudiantes en la Avenida Ponce de León, frente por frente a la Universidad de Puerto Rico.

Un camión de arrastre que le servía a Alejandro y a sus dirigentes como tarima para expresión pública fue objeto en un atentado violento en contra del estudiantado. No bastó el esfuerzo de Michael Godreau, profesor de la UPR y el Lcdo. Víctor García San Inocencio para mediar entre los estudiantes y la policía para que éstos multaran a los vehículos, incluyendo el camión de arrastre que utilizaba el liderato estudiantil.

El Coronel Juan E. Pedrero se mantuvo firme en sacar la plataforma del lugar. El Comandante de la Policía, Juan Rosa Castro le dio instrucciones tajantes a los estudiantes, para que no tan sólo sacaran a los vehículos estacionados allí, sino que sacaran del medio al camión de arrastre.

Los estudiantes procedieron a pedirle al Comandante que les diera las infracciones de tránsito pero el Comandante Rosa Castro le respondió a los estudiantes que “NO”. –“Si no los sacan, los vamos a sacar en grúa-“ afirmó. Acto seguido y mientras la Asamblea seguía su curso, la fuerza de choque llegó al lugar y se apostó cerca del portón que da al Museo. Uno de los estudiantes le indicó a los suyos por medio del micrófono la orden del comandante para desalojar los vehículos, sobre todo el camión de arrastre.

A las 12:35 del mediodía la fuerza de choque estaba lista para actuar. Los estudiantes comenzaron a moverse hacia el camión para realizar un cordón humano alrededor de la plataforma respondiendo así al llamado urgente de su dirigente. Minutos después comenzó el enfrentamiento. Unos 15 miembros de la fuerza de choque, dos esgrimiendo armas largas y los demás apuntando con revólveres y macanas iniciaron el operativo “limpieza” contra los estudiantes de la Universidad de Puerto Rico.

Cientos de estudiantes fueron desalojados a la fuerza mientras que los periodistas fueron forzados por esta misma fuerza policíaca a mantenerse a la distancia.Por otra parte, la esquina de la Gándara y la Ave. Ponce de León estuvo “caliente” al ser escenario de dos grandes tiroteos al enfrentar una lluvia de piedras en los violentos sucesos  entre estudiantes universitarios y la fuerza de choque.

Varios de los agentes que llegaron al lugar se desmontaron de sus vehículos disparando a diestra y siniestra. Dos de ellos corrieron unos 20 pies cuando de pronto en medio de la gritería, uno de los agentes con guayabera amarilla dijo haber visto un estudiante con una “magnum” en su poder.

Entre tanto, el Gobernador de Puerto Rico, Carlos Romero Barceló expresó como parte de sus declaraciones que “el pueblo de Puerto Rico tiene la garantía de que no se permitirá que grupos que atentan contra nuestra libertad y clima democrático, se impongan en nuestro pueblo”.

Las palabras del gobernador de entonces fueron proféticas sobre cuando se evidenció el uso de grupos radicales y la infiltración como tácticas de represión en contra de opiniones y actitudes disidentes en Puerto Rico.

Cerro Maravilla – la culminación de un proceso

“Le tocaba en el ’78 a un gobierno estadista, conmemorar el establecimiento del Estado Libre Asociado. –Hoy es un día trascendental en la historia de Puerto Rico - decía el entonces gobernador de Puerto Rico, Carlos Romero Barceló,

La celebración a partir de 1952, dejaba en un segundo plano la invasión militar del 25 de julio de 1898. En esta ocasión los populares se preparaban para modificar la relación con los Estados Unidos: “El Estado Libre Asociado, tiene que ser transformado hacia una nueva dimensión de la soberanía” decía el candidato y principal oponente de Carlos Romero, Rafael Hernández Colón, como orador principal en los actos de la celebración del 25 de julio de 1978.

Era la Nueva Tesis que la oposición política tradujo como un giro hacia la república. Pero detrás de los discursos, algo más se estaba desarrollando…

Dos jóvenes y un agente encubierto en coordinación con la Policía habían llegado a un monte de Villalba donde un contingente armado los esperaba. Desde la misma tarima de Bayamón, el gobernador Carlos Romero Barceló le anunció al público el éxito de una operación anti terrorista. La versión oficial prevaleció hasta que se entrevistó al chofer de carro público, Don Julio Ortiz Molina, obligado a transportar al grupo hacia las torres de comunicación.

Simultáneamente, el Partido Socialista denunció que tuvo infiltrado en sus filas a Alejandro González Malavé, el mismo agente que indujo a los jóvenes a llegar a Maravilla.
El Lcdo. Juan Mari Brás expresó para ese entonces: “Examinamos el núcleo, luego de tener información en el sentido de que el sujeto (Alejandro González Malavé) continuamente estaba invitando a los miembros del partido a participar en actividades ajenas al partido y actividades de tipo terrorista”.

El Partido Independentista condenó también la emboscada: “Este acontecimiento es el primer linchamiento y fusilamiento de esta naturaleza que se da en Puerto Rico en los últimos 40 años”, dijo en ese momento Rubén Berríos Martínez, presidente de dicho Partido. Las investigaciones del Departamento de Justicia así como las del Negociado Federal de Investigaciones exoneraban a la Policía. 

El fiscal Pedro Colton le dijo al país que la investigación “revela que no hubo masacre, no hubo golpizas, no hubo agresiones salvo los tiros que ocurrieron en el Cerro Maravilla”.

Habiendo ganado el Partido Popular Democrático el Senado, condujo una investigación en la década del ’80 que reveló otra verdad.

Fue a través del Canal 7 de Rikavisión, propiedad del fallecido productor Don Tommy Muñiz que se comenzaron a transmitir las Vistas sobre los sucesos del Cerro Maravilla. En las mismas el Policía Jesús Quiñones en su testimonio, declaró:

Cuando Don Julio está narrando eso, porque lo tienen cogido por los brazos, a esa otra persona, a ese otro muchacho, pues, el otro le decía; so hijo e’ la gran puta, ¿tú no querías matar un guardia? ¡mátalo!, ¡mátalo ahora! Y que alguien le gritaba: acribíllalo”.

Este policía, que no era parte del operativo, confirmó la versión de Don Julio Ortiz Molina. Cinco años y varios millones de dólares antes, Don Julio Ortiz Molina había contado la verdad.

Aparte de las discusiones de la minoría del PNP, el proceso se vio interrumpido por una veintena de casos a nivel judicial. Superados los obstáculos y mediante el mecanismo de inmunidad algunos policías comenzaron a hablar, técnicos de Estados Unidos contradijeron los informes forenses y quedaron en entredicho fiscales y policías.

Don Miguel Hernández Agosto, ex presidente del Senado fue entrevistado por el periódico Primera Hora, y al recordar 30 años después lo sucedido en Maravilla, esto fue lo que dijo:

“El 25 de julio de 1978 es una fecha que los puertorriqueños no debemos olvidar. Que aquellos que no habían nacido para aquella fecha, deben saber realmente qué ocurrió para que esa situación no se repita nunca más en nuestro pueblo.

Ese día unos jóvenes independentistas fueron llevados, guiados por un agente encubierto de la policía al Cerro Maravilla en Villalba y allí fueron asesinados a mansalva. Cuando ellos estaban hincados de rodillas, pidiendo perdón a la Policía, fueron asesinados. Se escucharon dos ráfagas de tiros, la primera y la segunda.., en la segunda es en la que ellos realmente los asesinan.

Ese crimen fue ocultado por el gobierno en investigaciones realizadas por el gobierno de Puerto Rico y el Gobierno Federal. Dos investigaciones del gobierno de Puerto Rico y dos investigaciones del Gobierno Federal, indicaron al país que no había habido tal crimen, no había habido ningún asesinato. Pero, un chofer de carro público, Don Julio Ortiz Molina; que los llevó hasta el Cerro Maravilla, declaraba enfáticamente que los jóvenes habían sido ejecutados.

Luego se presentaron testigos, que escucharon dos ráfagas de tiros, y el Senado de Puerto Rico, que me correspondió presidir en 1981, inició una investigación que fue televisada para que el país conociera la verdad de lo que allí ocurrió. Y, ahí, imprimir los testimonios haciendo claro que los jóvenes habían sido asesinados en una forma increíble y que había sido el propio gobierno el que había actuado de esa manera y que había ocultado la verdad. Esa situación y ese crimen no debe repetirse en Puerto Rico. Yo no estoy seguro de que hayamos aprendido todos la lección en cuanto a los derechos civiles, pero por lo menos, hasta donde sabemos, no se ha vuelto a repetir un caso como éste. Los jóvenes, nacidos después de 1978 deben conocer esta historia, y los que nacimos antes de 1978 no podemos olvidarla para que en Puerto Rico nunca más se repita una situación como ésta”. Miguel Hernández Agosto, Ex presidente del Senado de Puerto Rico

 En ocasión de esa misma fecha; 30 años después de Maravilla, el Fiscal a cargo de esa investigación y posteriormente nombrado Secretario de Justicia, Lcdo. Héctor Rivera Cruz indicó lo siguiente:

“Las situaciones del Cerro Maravilla se pudieron haber evitado, había suficiente evidencia, suficiente prueba para determinar que si estos jóvenes habían actuado al margen de la Ley se pudieron haber arrestado y llevado a los procesos legales correspondientes.

Pero, como el propósito que tenía la Policía, la administración gubernamental de entonces era dar un escarmiento a estas personas, como una lección para el futuro y demostrar que ellos tenían la fuerza en el gobierno, que ellos podían combatir el alegado terrorismo, que podían inclusive, penetrar estos grupos y eliminarlos o mantener cierto grado de control sobre ellos, su decisión no fue de prevenir los asesinatos y terminar con el plan de Maravilla, sino seguir adelante con el mismo. Esa investigación de Maravilla permitió unos hallazgos y unos resultados que al día de hoy están vigentes:

Se creó un Instituto de Ciencias Forenses para bregar con el asunto de las investigaciones científicas, y eso está al día de hoy como producto de Maravilla. Se aprobó una legislación nueva para la inmunidad de los testigos en Puerto Rico como producto de Maravilla. Se estableció una Ley para evitar que fueran menores de edad utilizados como Agentes Encubiertos. 

Se creó la Ley de Fiscal Especial Independiente; Maravilla demostró que el gobierno no se puede investigar a sí mismo; que cuando hay casos o situaciones de posible conflicto, de funcionarios públicos de alto nivel, de la Oficina del Gobernador o de la propia Legislatura o la Rama Judicial no se debe investigar a través del proceso ordinario, y se creó una Ley de Fiscal Especial Independiente no tan sólo para procesar los casos del Cerro Maravilla sino que la Ley existe hoy día para investigar y procesar funcionarios de alto nivel.

La experiencia de Maravilla cambió y transformó nuestra vida porque no fue una situación fácil, inclusive en nuestro carácter personal, aunque habíamos participado en investigaciones del Departamento de Justicia, eso fue muy distinto. Incluyendo el riesgo a nuestra vida, inclusive hubo unas situaciones muy tensas porque usted se imagina tener todo el aparato del gobierno, con la Policía y todo el mundo tratando de mantener un encubrimiento, donde aquellos que queríamos hacer algo para que surgiera la verdad; éramos enemigos de ese sistema.

Se puede hablar antes del Cerro Maravilla o después del Cerro Maravilla; a mí me parece que la conciencia del pueblo de puertorriqueño, que tuvo el privilegio y la oportunidad de ver en directo, que fue una aportación muy importante de parte del Presidente del Senado, llevar las Vistas en vivo, sin ediciones, sin interpretaciones.., el pueblo se dio cuenta de la importancia de proteger sus derechos, de ser un poquito más celoso en su sentido de vida democrático. De no confiar a ciegas en el sistema de investigación criminal en Puerto Rico, aun en la Policía”.

Con el triunfo al cargo de Gobernador del Estado Libre Asociado de Puerto Rico por el 
Lcdo. Carlos Romero Barceló, se materializó la llegada de un nuevo orden político que tocó cada rincón, cada esfera de poder en nuestra isla.

Ese nuevo orden se consagró con estilos parecidos a las operaciones de campo de ejércitos encubiertos o mercenarios, vestidos de uniforme y cuyo principal objetivo fue desestabilizar el orden establecido. Su metodología, basada en crear la falsa impresión de un gobierno capaz de atajar cualquier acción y paralizar de “cuajo” cualquier tipo de ideología, venga de donde venga; se amparaba sobre un crecimiento nacional sin precedentes que tarde o temprano iba a explotar sobre nuestras instituciones.

De esa forma, se lograron instituir y legalizar cuerpos, divisiones y negociados dirigidos específicamente a investigar el área criminal y a manejar de forma encubierta así como también penetrar en la oscuridad grupos señalados de independentistas como objetivos criminales del estado.

Justo con ese ambiente nacional en tiempos de Muñoz Marín y Don Pedro Albizu Campos; el gobierno de Carlos Romero pudo identificar áreas claves de desempeño en cuanto al ejercicio de la seguridad, la Ley y el orden, protegiendo a “capa y espada” cualquier tipo de grieta ilegal que saliera de repente.

Desde mucho antes de los 80’s ya existían entrenamientos y tácticas ilegales de brutalidad policíaca sobre el derecho a la vida y la protección de los derechos civiles. 40 años antes; para marzo de 1970, un grito de protesta cegó para siempre, la vida de una estudiante próxima a graduarse de la Facultad de Español de la Universidad de Puerto Rico: Antonia Martínez Lagares.

Ese grito de protesta surgió a raíz de las agresiones por parte de la Policía de Puerto Rico contra un estudiante universitario. Desde su balcón, la estudiante alzó su voz en contra del abuso de poder siendo muerta en el acto por un disparo proveniente del arma de fuego de uno de los policías agresores. Es decir, que ya desde el comienzo de la década anterior ya estaba en vigor ese crecimiento fundamentalista dentro del cuerpo de Ley que se supone iba a proteger a la ciudadanía de la violación a sus derechos más fundamentales.

Esa semilla vino arrastrándose desde entonces y poco a poco se convirtió en un modo de proceder y en una plataforma del gobierno. Con esa oficialidad, nació un nuevo rumbo, que comenzó con un sistema fraudulento y de conmoción política con el triunfo entre comillas de Carlos Romero Barceló en las elecciones de 1980. Fundamentándose en la fuerza, y en los disturbios como estrategia, se trataría de crear una imagen falsa de nuestros valores y principios como pueblo. 

Proponente de una filosofía que rayaba en la prominencia del estado, similar a un ambiente fascista. Mientras, en las altas esferas del Gobierno se tejieron componendas y conspiraciones que más tarde se probaron hasta la saciedad como métodos de encubrimientos, de esconder la verdad, manipular a los testigos y la destrucción de evidencia.

En la portada del desaparecido periódico El Mundo, en su primera plana, el titular revela “Inefectiva la Policía; Causa Principal: Desmoralización”. En su editorial, redactado por el Sr. Juan R. Ramos de la Redacción de El Mundo, el autor dice y cito:

“La desmoralización se debe a las controversias, traslados y renuncias forzadas de Luis Maldonado Trinidad y de Roberto Torres González como Superintendente de la Policía”, termina la cita. Este último era la “autoridad máxima cuando se efectuaron los actos del Cerro Maravilla. 

Mientras el Superintendente Interino, Desiderio Cartagena Ortiz, le explicaba al periodista en dicho artículo “Cómo la Policía iba a tocar la ola criminal, ya se planificaba desde los más altos círculos de la Fortaleza hasta la alta gerencia de la policía el encubrimiento de los hechos sobre los asesinatos ocurridos el 25 de julio de 1978. 

Resulta cínica la expresión de este Superintendente Interino al expresarle al periódico El Mundo, que en Puerto Rico se cometen crímenes y que se pueden evitar cuando en virtud de ello nunca arrestaron, pudiendo haberlo hecho en reiteradas ocasiones, a los dos independentistas muertos el 25 de julio del 78’.

Esa actitud antinacional se evidencia también cuando en 1979, el entonces senador Oreste Ramos y el Gobernador Romero Barceló se opusieron tenazmente a la excarcelación de los líderes nacionalistas, Lolita Lebrón, Oscar Collazo, Rafael Cancel Miranda e Irvin Flores, quiénes estaban recluidos en prisión desde los años 50’s. Para Ramos “el ser nacionalista y hacer atentados no coloca por encima de la Ley a esos nacionalistas”. Cabría preguntarse si el ser anexionista no coloca por encima de la Ley a los asesinos de los independistas. Deberían hablar entonces, estos moralistas de derecha de los desaciertos de Ley mancillados por el abuso, la corrupción y el encubrimiento.

Más allá de cualquier análisis, lo cierto es que los segmentos de la historia de 1980 en efecto han recrudecido nuestra vida como pueblo ante hechos que jamás podremos olvidar. Al final, nuestro pasado, repleto de información y hechos que como dijo el autor y escritor argentino, Ernesto Sábato “nos han hecho trágicamente famosos en todo el mundo”, traen a nuestra mente todos esos episodios de Maravilla cuando cientos de nosotros estuvimos apostados frente a una pantalla de televisión, observando el día en que Marte dijo la verdad en las Vistas.

Un pasado que trae a nuestra memoria la explosión del Discovery con la primera mujer maestra a bordo, la llegada del Papa Juan Pablo II a Puerto Rico y la extraordinaria pero triste caravana de carros fúnebres cuando el deceso de Muñoz. Mucho pasó en esa época, en todas las ramas. Pero lo cierto es que no importa lo que haya pasado, esa muestra de nuestro pasado nos pone nuevamente en evidencia de que en esencia Olvidar; ¿quién olvida?, nadie olvida.

Referencias
Arrieta Rubén (1983, septiembre 14) Oye el fuego y dispara dos veces. El Nuevo Día, p.5
Arrieta, Rubén (1984, octubre 20) Miguel Hernández Agosto: Más allá de la Policía.
El Nuevo Día, p. 6
Arrieta Rubén (1984, octubre 24) Rivera Cruz señala a Romero. El Nuevo Día, p.2
Castañeda, Carlos M. (1995) Cada 24 horas, una hora de cierre. El Día, Inc. pp. 44 - 61
Ferré Luis A. (1980, noviembre 5) Indeciso el resultado. El Nuevo Día, pp. 1 – 6
Ferré Luis A. (1980, noviembre 5) Llamado a la cordura y a la paz. El Nuevo Día, p. 6
Castrodat, José (1981, noviembre 26) Faena de tiros y golpes. El Vocero, pp. 3-4
Olavarría, Bienvenido (1980, noviembre 5) Hernández Colón a un recuento voto a voto.
El Nuevo Día, p. 6
Olavarría, Bienvenido (1980, noviembre 7) En cuatro semanas el resultado final.
El Nuevo Día, p.2
Olavarría, Bienvenido (1981, enero 13) Pesquisa de alto nivel. El Nuevo Día, p.3
Díaz Rivera, Ramón N. (2010, mayo 2) El pueblo no perdona el asesinato de Antonia.
www.claridadpuertorico.comClaridad de Puerto Rico, p.3
Justicia Sara, M. (2010, mayo 2) Continúa viva la lucha de Adolfina.www.primerahora.com
Primera Hora de Puerto Rico
Chirimbillo (2010, mayo 2) El entierro por TV. www.youtube.com
Arroyo, Efrén (2007, febrero 11) Reportaje de Historia de Adolfina Villanueva, Playa Tocones. Noticentro 4, www.youtube.com
Luna TeVe (2009, julio 25) Protagonistas I y IIwww.youtube.com
Informe especial Noticentro Cuatro, 25 de julio de 2008, Efrén Arroyo

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