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2/11/2018

Pensamiento: La Otra Cara del Dinero

La miseria...

...La misma miseria humana que se basa en la avaricia, el poder, el control y la prepotencia. El poder, el egocentrismo de mirar por debajo a los demás. Además de vivir y hacer camino con valores totalmente equivocados, porque en esencia lo que han aprendido, ya sea por su crianza es que todo tiene precio; todo lo compran y sucesivamente, mientras más tienen: más quieren.

Esa tendencia la vemos continuamente en políticos, alcaldes, presidentes o dueños de empresas y otros que se manejan en círculos donde la fantasía del dinero los hace creer que esa es su verdadera razón de ser: la acumulación de riqueza y el amor al dinero.

Para algunos puede que eso sea una enfermedad; no pueden gastar en cosas triviales, jamás van a arriesgarse para perderlo todo. No se dan un gusto si eso implica un gasto o sin antes equipararlo o sustituirlo. No ayudan a nadie de corazón pero sí van a misa, se confiesan, colocan el diezmo en la canastas y cuando se encuentran con el que deambula pidiendo, le sueltan algo.., de hecho—aunque no lo dicen—en lo más profundo de su ser, saben que pagan por su salvación.

Hay quiénes fabrican sus quehaceres alrededor del dinero. Se trepan y llegan a donde quieren utilizando la bondad de otros y cuando lo hacen y miran atrás, tienen extremo cuidado de pretender que les sobra para que no les pidan ni un centavo; cuando ayudan a alguien apuntan en una libreta, convirtiéndose en los mismos usureros de antaño que vivían de la angustia y el dolor de su prójimo.

Y no está mal ganar mucho. Lo que está mal es la obsesión y el amor desmedido al dinero.

Irónicamente, en momentos críticos, cuando la vida se les escapa o suceden situaciones sumamente difíciles, se vuelven dóciles. Cambian de carácter en cuestión de segundos y si sobreviven esas circunstancias, al otro día regresan a contar sus centavos, a mover su dinero y a controlar su medio ambiente.

En mi caso cuando me tocan de cerca esas aptitudes, pienso en las personas que he visto, que después de tenerlo todo, se sienten vacíos, solos y los he visto también perderlo sin motivo y sin sentido. Su desgracia es que cuando se van de este mundo, se les olvida que no se pueden llevarse consigo su flamante auto, sus mansiones o sus yates. Eso se queda aquí.

Y esa es la verdadera miseria humana. Pensar que la felicidad está en el dinero. Calcular que la vida se basa en la acumulación de la riqueza. Que los valores son consecuentes con lo material. Y que pueden manejar los sentimientos y maniobrar a base de ese control cuando en realidad no se dan cuenta que los que estamos del otro lado percibimos ese menosprecio—no nos engañan—sobre todo cuando nos miran de reojo y por debajo del hombro.

Al final, cuando el tiempo pasa y los años transcurren, se dan cuenta que se has ido el tren. Ya no tienen las mismas energías y mucho menos tienen el valor y los deseos de enfrentarse. Se les ha ido la vida y tienen mucha plata en el banco pero es como si no la tuviesen porque en el momento de la verdad el dinero no los va a salvar. Lo tienen todo pero lo más importante se le perdió en el camino.

La abundancia es una bendición. Tener para el sustento: sí lo es. Pero es el balance, el equilibrio; la genuincidad de ayudar y no burlarse o entender que los que no están en ese mismo plano son menos y jamás podrían alcanzarlo. Comprender en vez de juzgar, dar sin esperar recibir a cambio y dejar de menospreciar a los que la vida realmente les ha dado demasiado fuerte.


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