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Es un ejemplo nefasto en la política norteamericana.
En días pasados, al igual que un parabrisas recibe un impacto certero que al principio parece un rasguño, de pronto se va abriendo hasta dejar un surco que lo destroza todo a su alrededor.
Lamentablemente al día de hoy, el Presidente de Estados Unidos cuenta supuestamente con un 87% de aprobación en su base republicana según Gallup.
Al menos hasta ahora.
Pero esa es su base.
Una base que ha despachado con actos bochornosos sobre todo al referirse a las mujeres como si fuesen “habladurías de pasillo”— eso dijeron…
Es la base que atesora la violencia y las armas sin regulaciones, modificaciones o mecanismos o Leyes que protejan y le aseguren la vida a los niños y jóvenes en las escuelas.
Es la misma base racista que discrimina, que ha separado a miles de familias, que mancilla la diversidad, el género, que condena la homosexualidad y las libertades que han cobrado vidas durante tiempo inmemorial en Estados Unidos.
Una base nacionalista e irracional que en tiempos recientes hemos visto en videos virales atacando, acosando y expresándose a favor de una nación con muros y deportaciones.
Esa base no va a cambiar. En esencia es un público cautivo que llegó a su pico en la contienda electoral.
Los que quieren un cambio son muchos más…
En estos días para desgracia de este Presidente, dos de sus principales allegados están en la candela, uno con una admisión de culpa y el otro culpable de una gran cantidad de delitos.
Aun cuando la prensa nos ha dicho que abogados expertos expresan que legalmente no se puede acusar al Presidente mientras está en la Casa Blanca, lo cierto es que poco a poco se devela un drama para su posible residenciamiento.
Eso si los demócratas prevalecen en las elecciones de mitad de término.
La Secretaria de prensa del Presidente, Sarah Huckabee dijo el pasado 22 de agosto que no hay cargos imputados directamente al Presidente y que el hecho que haya habido un acuerdo no implica que el propio Presidente de Estados Unidos esté relacionado en algo.
No es tan simple.
Precisamente, la revista Time publicó un artículo escrito por Brian Bennet donde expresa que el abogado principal de Donald Trump; quien estaba dispuesto a recibir una bala por su presidente; admitió el 21 de agosto pasado, en el Tribunal y frente a un Juez Federal de la ciudad de Nueva York que había sido partícipe en crímenes coordinados con la persona que hoy se sienta en la Oficina Oval.
Michael Cohen se declaró culpable de ocho cargos por delitos graves, incluyendo extorsión y soborno para evitar que saliera a la luz pública las declaraciones de dos mujeres que habían sostenido relaciones extramaritales con el Presidente durante la campaña de 2016.
Simultáneamente con la declaración de Michael Cohen de culpabilidad por delitos graves, el ex Director de Campaña de Donald Trump, Paul Manafort fue encontrado culpable de ocho cargos por fraude bancario y evasión de impuestos que incluían conspirar contra el Gobierno de Estados Unidos, lavado de dinero, perjurio y encubrimiento asociado a cuentas bancarias de dinero fraudulento en el extranjero.
Todo esta saga, de allegados que desde el principio han estado cerca de la persona con mayor poder político en Estados Unidos, lo coloca por primera vez en una posición frágil.
Un punto donde no puede desligarse tan fácilmente.
Esta vez hay un punto que sin duda lo vincula directamente.
Es el principio de un colapso. Una reacción en cadena que va concluir su mandato.
Cuando las personas de tu equipo más cercano, en los espacios de poder más íntimos se corrompen; no lo hacen solos. Hay en efecto: un plan. Una medida de conspiración o actuaciones ilegales para manipular el entorno social y político.
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