Cuando tocamos la nación norteamericana y observamos el intercambio entre el periodista de CNN, Jim Acosta y el presidente Donald Trump, el viernes pasado en el Jardín de las Rosas en la Casa Blanca, debemos asumir que estamos ante un estado político que no tolera la verdad y la libertad de expresión.
Para este poder ejecutivo, este tipo de cuestionamiento es parte de una componenda como ellos mismos lo han catalogado, de noticias falsas y en cuyo caso estos periodistas deberían avergonzarse de trabajar para esos medios noticiosos.
Un año antes, aproximadamente, se le revocó al periodista de CNN, Jim Acosta sus privilegios, eliminando de corte y por raso su credencial y acceso a la Casa Blanca. A este mismo comunicador de prensa se le ha obligado a sentarse y se le ha arrebatado el micrófono en comparecencias anteriores bajo esta misma administración.
A todas luces, podemos aceptar que esta administración, denominada como la “era de Trump” vive a base de una radiografía equivocada sobre la parte que le toca como nación y ejemplo ante el mundo.
Ejemplo que no debemos menospreciar de ningún modo cuando tenemos otras naciones que niegan la verdad, torturan y asesinan a periodistas y desaparecen ciudadanos por el solo hecho de hacer valer el sagrado sacramento de la libertad para expresarse.
Cuando buscamos la contraparte, los que apoyan esta presidencia; Alex Jones de InfoWars, Steve Bannon de Breitbart News y Ann Coulter, escritora, podrán concluir al igual que Yo, que este tipo de filosofía política atesora principios civiles extremos, aborrecen a las minorías, la hispanidad y se basan en datos a medias con informaciones falsas increpando a una sociedad y dividiendo una Nación: como lo han hecho.
No se trata de ser políticamente correcto. No. Se trata de un sistema de gobierno que atropella la verdad y junto con ello, medios que han trascendido en la historia como los portavoces para ponerle fin a la injusticia y la corrupción.
Las expresiones en contra de la diversidad ante el amparo de una religiosidad hipócrita, los ataques incesantes al universo latinoamericano e hispano ha creado la noción en más de un 30% de la población en donde los periodistas y ciudadanos estamos a merced de grupos y sectores que apoyados por un discurso ideológico piensan en la plenitud del espíritu nacional norteamericano.
Tan solo si tocamos quiénes han estado cerca de la presidencia norteamericana y hoy están vinculados en actos de conspiración u otros delitos, se darán cuenta de lo que estoy hablando.
Es un poder ejecutivo en donde el fin justifica los medios. En que la burla y el menosprecio es evidente sobre todo en la arena de campaña en varios estados.
Y sus secuaces, cuando evaluamos el perfil de cada uno, podrán observar que todo este montaje hacia la presidencia se fraguó con una extensa maniobra de individuos que pertenecen a una clase social distinta y cuya mafia ejecutiva utilizó cada grieta en el sistema para operar y cambiar una estructura civil que habíamos sobrepasado y que hoy nos divide más que nunca.
Ciertamente nos toca de cerca y como puertorriqueños estamos en vilo toda vez que con la decisión del Primer Circuito de Boston sobre la Junta de Supervisión Fiscal, en algún punto de la historia, le tocará a esta misma presidencia residenciar los miembros actuales para realizar otros nombramientos.
Ante ese hecho en particular nos mantenemos atentos ya que ante el escenario político que nos ocupa, los ataques hacia el gobernador y a nuestro pueblo, menospreciando la cantidad de fatalidades del Huracán María ha sido tan solo el preludio de una venganza política que en efecto nos salpicará directamente.
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