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2/04/2019

Inteligencia Artificial

Foto: Mike MacKenzie / Flickr / https://www.vpnsrus.com/

Cualquiera de nosotros podría pensar que esto es un cuento, algo fuera de nuestra realidad.


Lamentablemente no es así.

Esto es algo que está metido en nuestras vidas continuamente. De un modo u otro estamos ante unos sistemas que no los comprendemos profundamente pero están ahí.

Son sistemas que siguen trazando su ruta, manejándose sin la necesidad de tener un ser humano a su lado.

Son autónomos.

Se desarrollan solos, independientes a una velocidad incomprensible para el conocimiento humano. La gente que los diseñó ya no pueden volver atrás y mucho menos eliminarlos o desconectarlos, dicho de algún modo.

Su lenguaje es definido y aprenden de sus errores, desarrollan su propia forma de análisis y pensamiento y en ese sentido estamos frente al desarrollo de algo potencialmente peligroso.

Jay Tuck, un experto en materia de Defensa Nacional de Estados Unidos y con un vasta experiencia militar y de inteligencia, decía que mucha gente pensaba o se preguntaban cuándo la Inteligencia Artificial iba a ser más inteligente que el ser humano.

Algunos decían 50 años, otros 30 años pero lo cierto es que para el Señor Tuck ya esos sistemas nos pasaron de largo hace mucho tiempo en innumerables áreas de la sociedad.

En el área financiera nadie conoce exactamente cómo algoritmos complejos funcionan. En algún momento lo conocían pero han sido mejorados extraordinariamente por la Inteligencia Artificial.

Aquellas imágenes de un corredor en la Bolsa de Valores quién tenía cinco teléfonos en cada mano, corriendo de un extremo a otro sin llegar a ningún lado ya no existe.

Sistemas de alta frecuencia han tomado su lugar dentro del universo del mercado de valores, realizando transacciones de billones de dólares en milisegundos.

Se manejan entorno a un ambiente independiente, a una velocidad incomprensible, lo que nos debe dar una idea de cuán rápido piensan estos sistemas y cuán indefensos somos los seres humanos.

En lo que le toca a la medicina, computadoras complejas que utilizan Inteligencia Artificial le ofrecen al paciente un diagnóstico casi exacto, preciso y pueden detectar tumores mucho antes que un equipo de cirujanos opte por la cuchilla en una sala de operaciones.

Pero por positivo que sea dicha disciplina para ese tipo de sistemas, no se confundan. No padecen de dolor y duran para siempre.

No podemos comprender por ejemplo como un sistema sofisticado con cámaras de vigilancia bajo estos mismos programas de Inteligencia Artificial pueden retratar 15 millas cuadradas a 17,500 pies de altura.

En dichas imágenes pueden detectar objetos en movimientos, una persona cruzando una calle o avenida, un individuo en un estacionamiento, los detalles de su ropa y a veces hasta sus uñas.

En la parte militar, misiles teledirigidos dejan caer sobre el terreno de Afganistán, cientos y miles de sensores que se unen a señales satelitales que le proporcionan a las tropas e inteligencia el tipo de terreno, vehículos, áreas y lugares estratégicos entre otros.

El uso de esta tecnología para sistemas de robots, que pueden cruzar grandes distancias no importa el tipo de terreno. Cargar un peso que un ser humano no podría y hacerlo día y noche, sin descanso y sin respiro.

Decididamente todo ha cambiado. Vivimos en otra era.

Caminamos con una computadora portátil en los bolsillos para supuestamente generar llamadas, grabar y ser grabados, fotografiar y acceder al universo de las redes para estar presente y no pasar desapercibidos.

Sin pensar que muchos de esos instrumentos son en parte el preludio de un universo tecnológico que se desarrolla por sí mismos y cuyas nociones de conocimiento tienen que ver con la indagación de cada ciudadano, sus perfiles, sus gustos y sus circunstancias de vida.

Empresas que hoy en día desarrollan vehículos experimentales que se conducen solos y drones que cargan mercancía distribuyéndola directamente al comprador.

Ciertamente no sabemos toda la verdad.

Tenemos sí, la noción y el conocimiento de saber o al menos intuir a dónde se dirige toda esta tecnología.

Lo peor de todo es que no hay vuelta atrás.

En la medida que el poder adquisitivo y político toma las riendas sociales, estos sistemas cobran preponderancia y se consideran indispensables dentro del hueco humano de la avaricia y el egoísmo.

Retroceder no es opción.

Lo único que podemos es estar alertas. Atentos y mantener los ojos bien abiertos para que en un futuro próximo no se nos aparezca en la puerta de nuestros hogares un robot cibernético preguntando por Sarah Conor.

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