Se instituyó oficialmente un discurso político disfrazado de mentiras, burla y menosprecio. Un modo para tergiversar la verdad y colocarse estratégicamente en áreas para proteger una agenda nacional equivocada.
Se confabuló un equipo íntimo de colaboradores cuyo dudoso perfil y reputación se apoderaron de un amplio sector norteamericano en donde el resentimiento nacional estaba flor de piel y que fue descuidado por la candidata a la presidencia en aquel momento, Hillary Clinton y el Partido Demócrata.
Como primer paso atacó a México alardeando con su estilo único de empresario callejero, expresando todo un manjar de acusaciones. Acusó a China por la desvalorización de la moneda sin dejar a un lado una de sus principales promesas de campaña: un muro divisorio que a la fin y a la postre se convertiría en el motor de la discordia dentro y fuera del Congreso estadounidense.
Con esa retórica levantó un movimiento popular y una mayoría silente que no tolera la diversidad, la diferencia y en cuyo caso el odio racial a las minorías es parte de su discurso de propaganda; peligroso y excluyente.
Sobre todo con la población musulmana que ha escapado de las atrocidades de grupos o sectores que viven bajo regímenes del terror.
Ese núcleo anglosajón estaba dormido y se levantó bajo las bases de esa misma retórica. Lo que eventualmente se impuso sobre la candidata demócrata.
Trump destruyó las aspiraciones de 16 contendientes en primarias utilizando sobrenombres y la burla de aquellos que se mofan de otros seres humanos frente a millones de personas a través de las principales cadenas de noticias. Sin dejar a un lado los ataques reiterados a la candidata por las infidelidades y faltas de su marido.
Con la ayuda de un equipo con inclinaciones fascistas, fue creando un aura ante una población olvidada y sobre la cual se aprovecharon personas como Roger Stone, Paul Manafort y Steve Bannon. Precisamente, Bannon tuvo una entrevista muy reveladora con Ben Shapiro de 60 Minutes (CBS), donde expresó que le había declarado la guerra al "Speaker" de la Cámara en aquel momento, Paul Ryan y al líder de la Mayoría en el Senado, Mitch McConnell.
Según el propio Bannon: "ellos no quieren seguir la agenda populista nacional y económica del presidente para que sea implementada".
Muy a mi pesar, el Partido Demócrata destruyó en ese momento histórico la candidatura de Bernie Sanders, quien en la Convención Demócrata colgó los guantes sabiendo que la candidata Clinton no iba a prevalecer.
Ni tan siquiera los medios nacionales pudieron advertir con certeza que una candidatura republicana tan risible, cuyo montaje se basaba en la discriminación iba a poder levantar toda una población caucásica y que según el propio Trump se convertiría eventualmente en su carta de triunfo.
Mucho se habló de esa burbuja republicana, pero al examinar los hechos; la burbuja siempre estuvo del otro lado.
El Partido Demócrata nunca pudo detectar la posibilidad real de un triunfo de Donald Trump sobre Clinton.
Pero tenemos que ser justos. Tampoco debemos dejar a un lado la evidente interferencia extranjera de los Rusos para manipular y sistemáticamente alterar las elecciones generales en la Nación norteamericana en 2016.
Mucho antes de su despido o renuncia forzada el comentarista de noticias de Fox News, Bill O'Reilly expresó lo siguiente:
"There is no question that the Democratic machine waged an arrogant campaign that justified Hillary Clinton's incredible record of ethical deficiencies. While many politicians distort and mislead, Mrs. Clinton seems incapable of speaking the truth. Her explanation of a massive charity foundation for her own benefit is simply stunning. Even more troubling, she sincerely believes that she did nothing wrong or has ever done anything wrong. There should be grave concern in the Clinton camp. The reason the Secretary may lose is that the tipping point may have been reached. If you are familiar with Malcolm Gladwell's theory - bad things mount up and then suddenly at a dramatic moment, every thing comes crashing down - that's what exactly happened. The American people have had enough of Hillary Clinton".
En la noche de las elecciones - Andrea Mitchell, corresponsal de MSNBC expresó lo siguiente:
"A misjudgment by all unconventional wisdom, so pollsters miss it, correspondents miss it, all the analysis; they focus on the early vote witch still a misplaced because you where tipping too much weight and not counting what still out there".
Lo que prevaleció a partir del 9 de noviembre de 2016 es todo aquello que muchos de nosotros rechazamos.
Un estado de sitio cuyas políticas sobre la desregulación quieren en la eventualidad producir un muro, deportar personas que no han nacido en suelo estadounidense; desean fomentar el desprecio a la libertad de prensa lo cual se ha acrecentado como una filosofía operacional dentro de la administración del Presidente. Además de obviar y rechazar las medidas sobre el calentamiento global.
Atacar a la perspectiva de género y los seres humanos que profesan una orientación sexual distinta y finalmente utilizar la expresión militarista para propiciar rencillas ocultas y preocupantes donde el odio racial ha elevado su discurso trágicamente.
En días pasados fue una sinagoga en California, recientemente en Christchurch, Nueva Zelanda y meses atrás en Pittsburgh donde pistoleros armados irrumpieron el entorno sagrado de la oración para disparar a mansalva asesinando e hiriendo a víctimas inocentes.
El denominador común: el discurso del presidente en torno a la inmigración. El método facilitador: armas de asalto y equipo paramilitar con fusiles de alto calibre.
Pero eso es en resumida cuenta es el significado del odio.
En tan poco tiempo el mundo a su alrededor observa espantado y con cautela esos incidentes en donde podríamos pensar con plena naturalidad que ni tan siquiera en las iglesias estamos a salvo.
Hay muchas maneras de apretar un gatillo. Las palabras ciertamente pueden tener más resonancia que un disparo.
A pesar que esté disfrazado de gabán y corbata, este sujeto a quien se le denomina Presidente de Estados Unidos no nos engaña. La división que ha creado en la Nación no se había visto en décadas.
Es preciso hacer hincapié en las palabras que profirió Donald Trump y citó Joe Biden cuando se lanzó como candidato presidencial hace unos días con respecto a los incidentes en Charlottesville donde murió una persona inocente —Very fine people on both sides” – expresó el Presidente.
Los que marcharon en Charlottesville no protestaban por la remoción de la estatua de Robert. E. Lee. Marchaban vociferando expresiones racistas, discriminatorias y criminales en contra de judíos, negros, musulmanes e inmigrantes. Esa es la verdad.
Recientemente el Presidente compareció a la convención anual de la NRA (National Riffle Association) en donde defendió los estatutos y las normas propuestas de esa organización en relación a las armas de fuego.
Favoreciendo esta organización como uno de sus principales donantes, el Presiente se expresó a favor de todo lo concerniente a las armas de fuego y su distribución sin mediar que grupos y familiares han tratado de detener y propiciar al menos una indagación del perfil sobre el que solicita dichos artefactos violentos.
Radicalmente distinto al discurso de la Primer Ministro en Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, cuyo gobierno tomó el toro por los cuernos y transformaron en menos de un mes los ordenamientos legales relacionados a las armas de fuego.
Para terminar, este hombre, que resulta ser el presidente de la nación más poderosa del mundo se presenta ante la esfera pública y local norteamericana con un discurso peligroso que alimenta cada día más el odio racial y la discriminación masiva en su propio suelo. Por eso que el Partido Demócrata, que hoy tiene 20 candidatos a la Presidencia tiene que ser valiente y actuar con decisión.
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