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4/02/2019

Hablar con el techo de cristal…


No hace falta repasar la historia para entrar dentro de esa enredadera letal de una persona cuya presidencia es una desgracia para la Nación. 

Desde anoche, el presidente de Estados Unidos se dedicó a estremecer las redes sociales nuevamente, esta vez para dejarle saber al mundo el concepto que tiene de nuestro universo puertorriqueño.

Catalogando la corrupción y al liderato político como corruptos y dementes e insinuando que en Puerto Rico nada funciona bien. 

Dice él con la arrogancia que lo caracteriza que la cantidad de billones de dólares que este buen samaritano nos ha enviado suma mucho más que todo el dinero que reciben varios estados de la nación y que aun así el gobierno ha sido incapaz de hacer que las cosas funcionen.

Que el hecho de enviar dichos fondos le resta a sus agricultores y otros que deberían recibir más.

Todo esto pasada las 10:00 p.m.  de la noche de ayer y esta mañana.

En esos mismos términos, uno quisiera contestar con el mismo tono y enfrentar la locura de alguien con sensatez. Pero llega el momento que la indignación tiene en derecho que tener una voz.

Lo que este hombre expresa es como si un ladrón le dijera a un pillo que se la pasa robando. Ese es el techo de cristal.

Ciertamente nuestro pueblo ha sido víctima de la corrupción. Eso es algo que bajo ningún concepto debería tener justificación alguna.

Alcaldes, Políticos, Legisladores y otros en áreas del gobierno que han cometido actos de corrupción han sido sentenciados y han cumplido cárcel por delitos de cuello blanco.

Se han beneficiado a través del gobierno federal y estatal para enriquecerse; esa es una realidad. ¿Los han atrapado? Sí, en su mayoría. Han tenido su día en corte y muchos de ellos hoy están en prisiones federales por delitos relacionados al fraude y la extorsión.

Lamentablemente esa es una verdad.

Pero en Puerto Rico, ningún político ha heredado fortunas fraudulentas, haciéndole creer al mundo que se había hecho solo como un millonario. 

Tampoco, ningún político o gobernador de nuestra Isla ha sido cuestionado por su aptitud moral ante las mujeres y el menosprecio evidente que siente hacia las minorías y que vemos continuamente desde que lanzó su candidatura a la presidencia.

Y cuando hablamos de corrupción política ¿por qué no hablamos de Paul Manafort, Roger Stone, Richard Nixon, Michael Cohen y Michael Flynn?

Ese era el círculo íntimo y estratégico del presidente. El hecho que la investigación de Roger Mueller no haya encontrado evidencia suficiente no implica que haya sido exonerado.

Hacerle creer a su base política que nosotros como puertorriqueños somos parte del problema del desarrollo nacional en Estados Unidos, no tan solo es inaudito, sino que es extremadamente peligroso. 

Es alarmante dentro de una sociedad dividida precisamente por un concepto nacional equivocado y racista que separa la razón para escuchar ese discurso enfermo de una persona corroída por la ambición y acostumbrada a pasar de largo sin asumir responsabilidad alguna por lo que dice o lo que hace.

Es exactamente lo mismo que ha hecho con la prensa, con periodistas; acusándolos de posturas falsas, como si poseyeran el monopolio de la verdad y se adjudicaran hechos que constituyen mentiras.

El problema es que las palabras cuentan, más en el seno político de un sector enorme que cree ciegamente dichas posturas. Cuyas consecuencias hemos vistos en ataques físicos y verbales a periodistas en distintos escenarios.

En sus expresiones nos utiliza como carne de cañón para entrelazar astutamente sus objetivos políticos. Manteniendo a su gente alerta a sus mensajes y adjudicando culpas como si fuesen disparos a mansalva. A quién coja la bala; pues mala suerte…

Esta vez nos tocó a nosotros. 

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