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5/06/2018

La Depresión no es el fin del mundo

La música es el alimento perfecto para combatir la depresión si se utiliza adecuadamente

Podemos luchar contra ella...

En mi época se conocía muy poco sobre ese término tan temible como la depresión. Un tema sobre el cual nadie se expresaba. Mucho menos en la comunidad, donde los aspectos psicológicos pasaban desapercibidos y por supuesto en un segundo plano.

La depresión no es visible como las enfermedades comunes que se manifiestan evidentemente en nuestro metabolismo. La depresión es como un ente invisible que calcula las debilidades del alma, las suma, las resta sin uno saberlo...

De pronto uno se mira al espejo y es precisamente en ese momento donde todo lo que nos rodea se desmorona en cámara lenta. Como cuando hacemos una torre con fichas de dominó y sacamos una de las de abajo y todo las demás caen dejando una huella con tal vez una que se quedó en su sitio.

En el artista es paradójico. Porque en algunos casos, la depresión es como un aliento de trabajo. Una inspiración. Aunque en muchos casos negativa, el solo hecho de expresarla a través del arte resulta ser un antídoto, un modo de enfrentar ese paradigma.

Es una sensación de soledad aunque estés con un sin número de gente. Na hay puentes ni escaleras que nos una. Porque la comunicación no es la misma. El lenguaje muere en el camino. El temor al fracaso crea ansiedad, en el artista es realmente trágico. La angustia de ser malentendido o malinterpretado. Saber que aquellos que son tus pares, ya sea en la familia o en el trabajo, en esencia, son personas comunes que desconocen el espíritu artístico.

El rechazo y la burla, el acoso sin piedad y el aislamiento mental nos pueden llevar muy bien a la locura. A una vida sin medida que puede terminar en el castigo físico, mental y emocional. Y uno puede caer en lo más bajo. Drogas, alcohol... Créanme, nada de eso funciona.

No funciona porque a la larga lacera nuestra autoestima. Después del arrebato sobreviene el vacío. El alcohol, sí, fantástico; he visto como se han esfumado la vida de gente que aprecio como consecuencia de la bebida.

Y entonces ¿qué hacemos?

En mi caso particular he logrado encontrar un camino. Una ruta. La ansiedad siempre va estar latente. Pero cuando la racionalizamos podemos encontrar herramientas de personalidad que funcionan. Que operan como mecanismos de defensa. Para mí, son los soldados del espíritu que nacen de la inseguridad y la angustia y florecen como una armada que se apropia dentro de la conciencia y nos muestra otras alternativas.

Aprendo cada día a saber racionalmente quién está frente a mí. Saber intuir y colocar las palabras en espacios críticos de la conversación. Siempre vamos a tener la arrogancia de gente que cree que es super inteligente, o los que piensan que son más que cualquiera. Los que el ego no les cabe en su piel. Saber quiénes son y mirarlos, identificarlos y dejar que el batallón del alma haga su parte.

No es jugar con los demás. La estrategia en todo caso es dejar un rastro baldío de palabras huecas sobre matorrales que hemos pisado ya. Ellos caminarán exactamente en esa dirección y pisarán ese lodo. Cuando lo hagan, ya uno sabe en qué dirección vienen y porqué llegan a donde uno.

Ninguno de ellos me engaña. En esencia, sus palabras nunca han sido sinceras. Se esconden en medio de logros que expresan en el camino, lo peor del ser humano. Uno les sigue el juego y hay veces que se tocan puntos críticos que no estamos de acuerdo. Pero en la medida que el tiempo pasa, los hemos visto caer desde lo más alto. De eso no se acuerdan.

Huir no es alternativa. Es hacer lo mejor mientras estamos en pie. Es buscar soluciones y dejar que las cosas vayan cayendo apropiadamente en su sitio. Así, esa lucha constante de la supervivencia laboral es más placentera. Es mucho más pasable.

La música, la meditación, la introspección me ayuda a conocer mis debilidades, a reconocer cuando me salgo y entender las voces de mi conciencia cuando algo que estoy haciendo no funciona. Hay quienes te lo dicen, pero lo hacen cínicamente, se ríen o se burlan en nuestras narices. Hay otros que no se atreven a decírtelo. A todos ellos les río las gracias y les contesto cuando quiero. Cuando me da la gana. Cuando no quiero, sencillamente me aparto. Realmente no se trata de amistad. No es personal. Eso pensé yo equivocadamente hace algún tiempo. Para ellos solo se trata de sobresalir. De competir. De estar de buenas a la diestra de aquellos que ostentan el control.

¿Vale la pena que sepan lo que pienso de todos ellos? No. Eso me lo guardo. Pero de la misma forma navego en medio de esas pirañas que en su mayoría no significan nada para mí, no tienen absolutamente ninguna injerencia en mi vida y si creen que son dioses, en lo que a mí respecta, que otros les rindan pleitesía. Yo no. Pero debemos estar conscientes de quién es cada uno.

Hay otros que se escudan dentro de su simpatía y nobleza religiosa hipócrita. La religión se acaba cuando se trata de dinero. A ellos los trato como si fueran parte del grupo. Pero en realidad saben en su interior lo que pienso de todos ellos. Ese aspecto, si te dejas puede volcarse en tu contra y lanzarte en una depresión severa. La solución es advertir sus pasos, proteger la cara y esquivar sus golpes.

Uno a veces se equivoca porque primero somos seres humanos y cometemos errores. Hay problemas de personalidad más severos. Asuntos químicos y profundos que requieren hasta hospitalización. ¿Que he requerido ayuda algunas veces? Claro que sí. Una mano que te ayude a identificar tus armas para protegerte de esos tiburones es indispensable.

En mi caso, he tenido la ventaja de tener una esposa que es mi mejor amiga por varias décadas ya. En ella confío. tener unas hijas que me adoran, me respetan, me admiran y hasta me aconsejan. Unos hijos nobles e independientes que luchan cada día. Ese es mi tesoro. Y la oración. Muchas veces a pesar que caigo en lo más bajo trato de buscar en mi interior ese ser supremo que está sobre todas las cosas. Ante él bajo mi cabeza y le pido cada mañana como me decía siempre un pana del caserío: "entendimiento".

No es fácil salir. Pero si estamos en ese túnel, tenemos que buscar la claridad. Hay formas de encontrarla. Hay maneras con las que podemos inundar nuestro espíritu de fe y esperanza. Siempre de frente. En la soledad, atesorar lo que queremos y entrar en razón. Enfocarnos y seguir adelante. En medio de esas aves de rapiña, tener nuestro armamento listo y defendernos con mesura y respeto.

Hay una frase de Eddie Dee de la canción "Sácame el guante de la cara" que la vivo al pie de la letra:

"Si de algo soy culpable, es vivir sin importar lo que la gente hable"













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