Nuestro universo ha cambiado sin duda alguna. Ahora todo es distinto. Lo que habitualmente hacíamos se ha trastocado de alguna u otra forma.
Nuestros círculos sociales, nuestra interacción social, laboral o familiar, sin mencionar lo financiero, hoy es diferente. Los cuidados importantes impuestos por el estado nos han llevado a un aislamiento social sin precedentes, al menos en lo que yo recuerdo.
Pero eso no es todo. Ante este escenario, tenemos que estar conscientes de nuestra salud mental. De pronto, lo que concierne a la salud mental, hemos visto que se ha quedado en un segundo plano.
En ese sentido, tenemos que tener cuidado. Al menos con la depresión.
Si nos dejamos llevar por la Organización Mundial de la Salud, la depresión es un trastorno mental que afecta a más de 300 millones de personas en el mundo. Por lo que es un asunto que no podemos echarlo a un lado.
Cuando adolescente, se conocía muy poco sobre la depresión. Era un tema sobre el cual nadie se expresaba. En el seno del hogar, en la comunidad, en la escuela; este tema a la larga pasaba desapercibido. Pasaba a un segundo plano.
La depresión no es visible como las enfermedades comunes. No es algo que incidentalmente detectamos físicamente.
La depresión es como un ente invisible que calcula nuestras debilidades del alma, las suma, las resta sin uno saberlo.
De momento, nos miramos al espejo y todo lo que nos rodea se desmorona poco a poco. En cámara lenta. Como cuando hacemos una torre con fichas de dominó y sacamos una de las de abajo y todo las demás se caen, dejando un vacío, una huella de algo que estuvo en su sitio, en un momento dado.
El problema es que ahora, todas nuestras fichas se han caído. Están en el suelo. No las tiramos nosotros. Injusto o no — lo que hoy conocemos como el coronavirus alteró por completo nuestro juego.
Acerca del coronavirus y según la Organización Mundial de la Salud (OMB), esta enfermedad se deriva de una extensa familia de virus que causan enfermedades tanto en animales como en seres humanos.
La comunidad médica y científica ha identificado la infección que nos ocupa como Covid-19, la cual se desprende del propio coronavirus.
El brote de esta enfermedad fue descubierta en Wuham, China en diciembre de 2019. Sus síntomas más comunes son fiebre, cansancio y tos seca.
Algunos pacientes pueden presentar dolores, congestión nasal, dolor de garganta o diarrea.
Algunas personas que se infectan, no desarrollan ningún síntoma. De hecho, la mayoría de las personas (un 80%) se recupera sin necesidad de ningún tratamiento especial.
Alrededor de 1 de cada 6 personas que contraen COVID-19 desarrolla una enfermedad grave y tiene dificultad para respirar.
Personas mayores y que padecen afecciones médicas como hipertensión arterial, problemas cardiacos o diabetes, tienen más probabilidades de desarrollar una enfermedad grave.
El 2% de las personas que contrajeron la enfermedad, han muerto. La OMB indica que de tener fiebre, tos y dificultad para respirar, deben buscar de inmediato atención médica.
Con eso es que estamos tratando. Ese es nuestro enemigo en común. Cada uno y yo me incluyo, no debe bajar la guardia y debemos estar atentos a las informaciones oficiales. Nada de rumores.
Cuando atamos la salud mental a esto que estamos viviendo, definitivamente es otra cosa. Es un elemento más que se suma a este mar de circunstancias tan fuertes en nuestra vida cotidiana hoy día.
Puedo decir acerca de la depresión, en mi caso particular, que soy artista, resulta en un elemento un tanto resulta paradójico. Ya que siendo algo tan negativo la he podido en el transcurso de mi vida, transformarla en algo positivo. La he convertido en un aliento de trabajo. En una inspiración.
El solo hecho de expresarme a través del arte resulta ser un antídoto, un modo de enfrentar ese paradigma.
En un momento en donde el aislamiento social es un hecho, esa sensación de depresión muchas veces me invade y me hace sentir absolutamente solo.
De pronto veo a mi alrededor y no hay puentes, escaleras o enlaces que puedan llevarme a la claridad.
Me siento a escribir muchas veces pero el lenguaje muere en el camino. Posiblemente porque en estas circunstancias el temor a la enfermedad crea ansiedad, en el artista es realmente trágico.
A eso se le suma la angustia de ser malentendido o malinterpretado. Ser incomprendido en la familia o en el trabajo, cuyas personas desconocen esencialmente tu espíritu artístico.
El rechazo y la burla, el acoso sin piedad y el aislamiento mental nos pueden llevar a la locura. A un tipo de castigo físico, mental y emocional. Podemos caer en lo más bajo. Drogas, alcohol, etc..
Créanme, nada de eso funciona.
Todo eso lacera a la larga nuestra autoestima. Después del arrebato sobreviene el vacío. El alcohol, sí, fantástico; he visto como se ha esfumado la vida de gente que aprecio a consecuencia de la bebida.
¿Y entonces qué?
Con el distanciamiento social, les sugiero (y me lo digo constantemente), que debemos encontrar un camino. Una ruta.
Lo que vivimos hoy, minuto a minuto nos crea un intensa ansiedad. Hasta que esto no termine, esa ansiedad va estar latente.
Pero dentro de todo este calvario, tenemos aunque sea por instantes, buscar herramientas de personalidad que nos funcionen.
Estamos distanciados pero esencialmente no estamos solos en esto. Encontrar mecanismos de defensa, en mi caso son los soldados del alma que nacen de la inseguridad, la angustia y florecen como una armada en mi conciencia que me muestra otras alternativas.
Debemos aprender hoy más que nunca a racionalizar y saber lo que tenemos de frente. Respetar los espacios críticos de la misma forma que queremos se respeten los nuestros.
Siempre habrá gente que cree que son más que cualquiera. Gente cuyo ego no les cabe en la piel. Piensan que tienen el poder sobre otros y pasan por alto las normas o se hacen de oídos sordos. Tenemos que saber quiénes son, identificarlos y dejar que el batallón del alma haga su parte.
No podemos jugar con esta enfermedad. La estrategia lo es todo en estos momentos. Desarrollen su propia estrategia, una en la que puedan sobrellevar esta lucha con valor, sin temor alguno, con palabras de aliento y serenidad.
Es la única fórmula que eventualmente nos ayudará a sobrevivir esta tragedia colectiva.
Debemos además hacer un alto y orar. De forma íntima y en silencio. Que sea genuinamente un pedido de Fe de la manera que cada uno entienda que a veces el silencio de las palabras es extremadamente poderoso. Con ello, las palabras pueden maniobrar en el universo para que poco a poco todo esto desaparezca.
Huir no es alternativa. No hay escondite para esto. Por lo que tenemos que hacer lo mejor mientras estemos en pie. Buscar soluciones y dejar que las cosas vayan cayendo apropiadamente en su sitio.
Así, esa lucha constante de la supervivencia familiar, laboral y personal será cada vez, un poco más placentera.
Si sientes que en momentos no puedes enfrentar esto, busca la música, la meditación, la introspección; en fin algo que te ayude a conocer tus debilidades, a reconocer que cuando nos salimos de ruta, podamos comprender y entender las voces de nuestra conciencia para identificar que cosas nos está afectando.
En estas circunstancias tenemos que ser fuertes. Tener el cuero duro y pensar que esto no es eterno. No es permanente.
Indiscutiblemente los problemas asociados a la salud mental se incrementan con este tipo de segregación social impuesta.
No es fácil salir. Máxime ante una situación como esta en la que ninguno de nosotros pudo advertir.
Pero si estamos en ese túnel, tenemos que buscar la claridad.
Hay formas de encontrar esa luz. Hay maneras con las que podemos inundar nuestro diario vivir de otras cosas que nos ayuden a subsanar en algo nuestro estado emocional.
En la soledad, atesorar lo que queremos y entrar en razón. Enfocarnos y seguir adelante. En medio de las informaciones muchas veces tan negativas, mirar hacia un lado más positivo y siempre esperar lo mejor.
Si dejamos que todo este componente de noticias, información o rumores quiebre nuestra sanidad mental, habremos de caer en un situación que unido a este presente puede tener serias consecuencias.
Por lo que hoy, los insto a que se cuiden no tan solo en el aspecto físico sino en lo que nos envuelve emocional y psicológicamente.
Vivir vale la pena. Pero decididamente tenemos que cuidarnos.
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