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3/13/2020

Cuando amamos lo que hacemos...


Siempre hay quienes intentan denigrar nuestro trabajo.

Es inevitable. Rechazan nuestros logros y los de sus semejantes. No importa nada ni razones. Es así; lo hacen sin un ápice de racionalidad o consideración.

He aprendido que por negativo que sea, eso no es nada malo. Por el contrario: es algo bueno. 

Es un incentivo. 

Es una llama que me mueve a continuar. 

Me ayuda a cuestionarme. Enfocarme estrictamente en lo que hago sin distracciones. 

Hace mucho tiempo aprendí que el rechazo es un alago. Es una manera discreta para algunos en decirnos que no pueden hacer lo que hacemos.

Esa llama sigue intacta. Mi entorno fotográfico al igual que mi arte se alimenta de algo mucho más profundo. 

Tal vez son inquietudes en mi espíritu que me mueven a llevar a cabo proyectos. 

Proyectos fotográficos, dibujo o escritura, cualquiera que sea mi deseo de buscar algo que me ayude a sentirme lleno profundamente en mi carácter como artista.

En términos de la fotografía, lo cierto es que desde nuestro nacimiento estamos rodeado de imágenes. 

Imágenes en celulares cuya metodología para tomar una foto se da prácticamente en microsegundos.

En ese sentido, la tecnología lo ha cambiado todo. Por ejemplo, una imagen que se produce con un celular, viaja simultáneamente por esos canales digitales dentro de un ambiente interactivo casi incomprensible y en instantes cientos por no decir miles de personas la ven y acceden a ella sin contratiempo alguno.

En la fotografía, un instante se queda grabado. No importa cuál sea el proceso, no importa que sea a través de un celular, el retrato de un bebé, por ejemplo permanece con nosotros durante muchísimo tiempo. 

Ciertamente eso no nos convierte de primera mano en artistas o expertos en este campo. Pero tampoco nos aleja de un medio que amamos y disfrutamos tanto.

En lo que a mí concierne, soy artista. Toda mi vida lo he sido. Sé que entré muy tarde a la fotografía. Tal vez tarde en el sentido de aprender las cosas básicas del instrumento fotográfico a estas alturas de mi vida.

El problema es que en muchos círculos te cierran las puertas o te destruyen oportunidades.

Vengo de una época en que destacarse en el arte era mucho más difícil. Un momento en donde los celulares tanto como la Internet no existían. 

Los procesos eran totalmente rudimentarios y la creatividad sobre cualquier imagen se convertía de por sí en un evento. 

Pero eso no es excusa. Sin embargo, a pesar de esa vieja escuela, ese conocimiento quedó rezagado. Perteneciente a una época en Puerto Rico que aparentemente pasó a la historia y carece de pertinencia hoy día.

En las calles me encuentro con fotoperiodistas de los medios más importantes. Incluso me he encontrado en circunstancias donde luego de tomar una escena, van todos ellos, desplegando sus cámaras fotográficas con todos sus aditamentos, incluyendo esos lentes astronómicos para retratar exactamente lo que yo había tomado segundos atrás.

Algunos me saludan, otros si me pueden pasar por encima, lo hacen. 

Irónicamente, con la fotografía he tenido las mejores pero también las peores experiencias.

Pero no estoy aquí para criticar a nadie. Ni lanzar lodo a cualquiera. A lo largo de mi vida he comprendido que si del cielo te caen limones, tienes que aprender hacer limonada.

Decididamente, tenemos que hacer lo mejor con lo que tenemos en donde estemos. Eso eventualmente nos coloca dentro de otra sintonía mucho más positiva y con innumerables retos día tras día.

A mi alrededor, de cualquier forma, sé que todo ha evolucionado. 

A pesar que hay muchos aspectos técnicos y digitales que no domino, la verdad es que Yo he evolucionado también. 

He aprendido a familiarizarme con los equipos que utilizo diariamente. 

Equipos que a final de cuentas son mis acompañantes. Son los amigos presenciales que están junto a mí cuando camino viajo solo en las calles. 

Cuando intento llevar a cabo una presencia como artista y que de cierto modo me complazca.

Lo que me ha llevado a comprender que la fotografía es un proceso profundamente personal y artístico. 

Es un proceso interno, íntimo que lo utilizamos como un vehículo de expresión. Como una jornada con un lenguaje propio. Ese lenguaje se traduce eventualmente en nuestra firma como artista.

Es lo que nos identifica y nos separa de los demás.

Y esa firma es única. Es irremplazable. 

A veces, es como una voz, un grito de conciencia ante los atropellos y la injusticia social. Es como un alarido valiente dentro de un universo que políticamente no les pertenece a todos.

Y en esa voz está todo el sentido y sentimiento mucho más poderoso que un método o una técnica; es un estilo propio que marca nuestro camino y nuestra propósito de vida como artistas.

Con eso en mente, muchas veces de madrugada emprendo la tarea que comencé la noche anterior en preparar las cosas y tener la mochila lista para salir temprano en la transportación pública a visualizar mi mundo desde mi perspectiva como ser humano a través del lente.

Al final, el resultado se transforma en un sentimiento real de satisfacción. 

Es así de simple.

No importa lo que digan los demás. 

Lo importante es hacer del medio que amamos algo esencial que a la larga nos toque el corazón y eleve nuestro espíritu.

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