Del grupo de Teatro de la Universidad de Puerto Rico, 1 de mayo de 2018 |
Mucho antes del huracán María, Puerto Rico enfrentó grandes tempestades.
Eventos de la naturaleza que nos dejaron un rastro estremecedor sin mencionar las calamidades que sufrieron muchos de nuestros amigos y compañeros sumidos en circunstancias extremadamente difíciles.
Décadas y décadas en donde el gobierno tuvo la oportunidad de comenzar de nuevo y restablecer sistemas del estado para proveerle a la ciudadanía un servicio de excelencia con todos los adelantos tecnológicos al momento.
Dinero han tenido. Personal de sobra.
Nunca hicieron nada.
Con el tiempo, los altos índices de corrupción y malversación de fondos públicos y extranjeros, echaron a un lado los esfuerzos verdaderos para tener un sistema de salud a tono con los tiempos, lejos de la política y la burocracia y que hoy pudiera hacerle frente a esta pandemia como se ha llamado.
No tan solo dejaron al desperdicio los sistemas de servicios, las estructuras jamás fueron inspeccionadas con el rigor necesario, teniendo personal ducho en la materia que desde hacía más de 20 años sonaban el botón del pánico en las esferas del gobierno para que hicieran algo.
De manera que hemos sido testigos del colapso de edificios, planteles escolares y grietas a lo largo y ancho de la Isla.
Pero en apariencia ya la gente y el gobierno se olvidó de los temblores y terremotos.
Ahora todo el mundo está atento a la debacle de los procesos médicos, planes de salud, servicios a los pacientes, medicamentos, pruebas ante esta nueva crisis que nos amenaza como nunca antes.
Podemos culpar y señalar al gobierno actual pero antes de hacerlo, y de hecho son parte del escenario de poder que a través del tiempo nos han traído hasta aquí, debemos ser justos y señalar en el análisis que el colapso del sistema de salud de Puerto Rico es responsabilidad tanto del partido político en el poder como su oposición partidaria que hicieron mucho menos en el transcurso de su historia.
Esa cultura política con décadas de ineficiencia se apoderaron de los bienes del estado sin medir consecuencias y ni tan siquiera pensar en el bienestar común de nosotros como pueblo.
Esa es la verdad.
No tan solo es indignante. Hoy, nos puede costar la vida. Mientras estos truhanes que ahora suplican nuestro voto con gabán y corbata, se pasean por los medios hablando y discutiendo de cómo están atajando las circunstancias de esta epidemia.
En el caso de esta administración de turno, ya no es su ineficiencia; es su incompetencia y la suma de sus decisiones que nos afectan directamente.
Y no quiero entrar en los detalles de la política partidista que nos sigue afectando y nos mantiene en ascuas cada minuto.
Esto nos debe servir para aprender a decidir. Estoy convencido que en nuestros jóvenes debe y es imperativo que descanse nuestra mayor esperanza.
Esa es la nueva humanidad.
Jóvenes que no se aten al fanatismo y muchos menos a las prebendas de partidos corruptos como los dos que hemos tenido y han ostentado el poder durante tanto tiempo.
Jóvenes que tomen decisiones decisivas, que incidan en el manejo y las operaciones del gobierno con justicia, celeridad y aplomo.
Jóvenes que puedan comunicarse con la verdad y desenredarnos de toda esta burocracia de los manejos mediocres e inoperantes de las fuerzas políticas que a través de décadas han destruido nuestro bien común.
Esa es la humanidad que quiero ver.
Para finalizar, ayer tuve la oportunidad de ver la conferencia de prensa del presidente norteamericano.
Realmente fue un desfile de altos funcionarios privados que estoy seguro se han unido pero ciertamente con algo a cambio.
Eso siempre sucede.
Lo que uno espera escuchar de la presidencia se desvanece, nunca se da.
De pronto me recordaba en la película cinematográfica : “Deep Impact”, cuando al final el presidente protagonizado por Morgan Freeman, luego de la devastación de dos meteoritos, expresó:
…aún así, nos quedamos con la devastación del primero.
Las aguas llegaron tan tierra adentro como en Ohio y los Valles de Tennessee. Limpió granjas y pueblos, bosques y rascacielos.
Pero el agua retrocedió.
La ola golpeó también a Europa y África. Millones se perdieron, innumerables más quedaron sin hogar.
Pero las aguas retrocedieron.
Las ciudades caen, pero son reconstruidas y los héroes mueren, pero son recordados.
Los honramos con cada ladrillo que ponemos, con cada planta que sembramos. Con cada niño que confortamos y luego le enseñamos a alegrarnos en lo que hemos sido bendecidos, nuestro planeta, nuestra casa.
Entonces, comencemos.
Traigo esto como una analogía a pesar que sé que es tan solo una película.
Tal y como expresa cuando dice que el agua retrocedió, estoy seguro que así va a pasar con esta amenaza epidémica. Va a pasar. Ciertamente, ciudades caen y créanme, en la mayoría de los casos son reconstruidas.
Habrán héroes, gente, médicos, cirujanos, enfermeras, enfermeros que darán todo lo que tienen y hasta pueden perder la vida. Ellos siempre serán recordados precisamente con cada acción que tomemos en el curso de una nueva oportunidad.
Tal y como finaliza, al menos en esta tierra que amo tanto, es hora de comenzar. Sin excusas. Sin política.
Comenzar a actuar como se debe.
Porque la vida de cada ser humano no tiene precio y no hay tiempo que perder.
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