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9/15/2019

No hay justicia...



En Puerto Rico los casos criminales son la orden del día. Por lo que los abogados de defensa son como un cuerpo selecto de paladines con los mejores trajes y el conocimiento enciclopédico de todo ese ajuar de tecnicismos legales que maltratan lo que en esencia suele ser lo justo.

Algunos de ellos, lejos de ser juristas se han convertido en personalidades de la farándula y el análisis no ton solo con respecto a la Ley y el orden sino en los aspectos políticos que definen la conciencia de nuestro pueblo.

Es como estar a merced de una fraternidad bien paga y con los mejores trajes representando a cada sujeto cuyo perfil es en su mayoría delictivo o criminal.

Pero esa defensa no la tienen todos los ciudadanos de nuestra Isla. Los costos de un caso criminal son exuberantes y extremadamente altos. La mayoría de nosotros jamás podríamos pagar esas costas de miles que se ven en los casos de mayor notoriedad en nuestro territorio.

Son expertos en la materia. Si sus imágenes las comparamos con los fiscales locales, es intentar comparar la revista GQ con un periódico regional. 

Son expertos en su lenguaje. Mesurados y atentos. Conocen al dedillo la Ley y la manejan a su antojo.  Saben los atajos y las grietas de un sistema legal y un Código Penal ridículo en esta época cuyos espacios lo ocupan personal en la legislatura con una estructura mental arcaica, ignorante, radical y absurda.

Un ejemplo de ello era la propuesta legislativa de la famosa Libertad Religiosa cuyo fin discriminatorio en contra de la comunidad LGTBQ era evidente.

Desgraciadamente esas son parte de las personas que aprueban las leyes aquí en Puerto Rico.

Pero esa es otra historia. Cuando regresamos a la defensa, uno de los aspectos decisivos en cualquier caso es el manejo de la evidencia. El levantamiento de los cuerpos, pruebas toxicológicas, huellas, interrogatorios y cualquier evidencia que apunte a la verdad con una resolución verdadera y justa.

Recientemente nos enteramos en la prensa que tan solo existe un vehículo para toda la zona metropolitana especializado en el recogido de cadáveres.

Es decir que el levantamiento de una víctima por asesinato en algún lugar público toma horas. Pero horas largas. Por lo cual nadie en su sano juicio puede pretender o aceptar que ese procedimiento sea limpio, preciso y veraz. 

Escasez en patólogos forenses y la falta de un equipo de primer orden, rápido eficiente para determinar aspectos esenciales en una investigación son la orden del día.

Sin contar aspectos naturales y atmosféricos que cambiaron y trastornaron para siempre un departamento que no estaba preparado para recibir tantos muertos como consecuencia del huracán María.

Entretanto, estos licenciados especializados en el campo criminal se manejan como si fuesen estrellas de la farándula eludiendo y escabulléndose dentro de esos aspectos profundamente técnicos pero que legalmente son correctos para sembrar la duda y predisponer la verdad ante la incertidumbre, aprovechándose de la falta de cohesión fiscal en casos que mueren dentro de esa burocracia departamental.

Se enriquecen defendiendo delincuentes y criminales que salen a la libre comunidad a costas de errores de investigación y la falta de un personal dedicado y esmerado, con conocimiento pleno de las vías para advertir estrategias de defensa que desvirtúan los hechos.

Un sistema legal que favorece este tipo de defensa, que le otorga el privilegio de asistencia legal a las personas indigentes y que deja desprovisto de ese amparo legal a la clase media. La gente que trabaja y rinde con intensos sacrificios sus contribuciones.

Decididamente ningún sistema es perfecto. Pero dentro de esa imperfección, la defensa legal ha asumido un rol de triunfo, de ganar aun cuando sea a costa de los cimientos de miles de familias que día a día ingresan a ese grupo tenebroso que ha sufrido de cerca la criminalidad.

Obviamente no soy un experto en este tema. Pero es lo que vemos. Hay una inmensa mayoría que piensa igual que Yo. 

Mayoría que siente estar desamparada ante un muro legal de un grupo elitista que mantiene su discurso ante las cámaras con ese lenguaje único y hasta temible de abogados de la defensa.

Son ejemplos sociales sobre vidas de lujo y dinero cuyo fin siempre ha sido mantenerse a flote a costa del manejo de casos criminales que se venden y se compran en nuestra sociedad.

Por ello las palabras de Paul Newman en el Veredicto de Sidney Lumet son hoy más pertinentes que nunca en su discurso de clausura:

“…por favor Dios, dinos qué es justo. Dinos qué es la verdad. No hay justicia. Los ricos siempre ganan, los pobres se sienten impotentes. Acabamos hartos de oír mentir a la gente y al cabo de un tiempo nos volvemos indiferentes. Nos consideramos a nosotros mismos víctimas. Y nos convertimos en víctimas. Nos volvemos débiles. Dudamos de nosotros mismos, cuestionamos nuestras creencias. Cuestionamos nuestras instituciones y cuestionamos la Ley”.
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