Editorial Board of the New York Times |
Para el 2018 en una opinión escrita por el consejo editorial del New York Times, el presidente Donald J. Trump pretendía perdonarse a sí mismo en relación a las elecciones de mitad de término en el Congreso norteamericano en noviembre.
Según el escrito, el presidente tal y como lo expresaba en aquel momento, tenía todo el derecho del mundo de perdonarse a sí mismo, si en efecto "no hecho nada malo ni ha cometido ninguna falta" alegando la intromisión de 13 demócratas molestos encausando una cacería de brujas que no terminaba y que se dirigía precisamente a las elecciones de mitad de término.
Esa actitud de grandeza, según el escrito era similar a la de un rey que dentro de su poder monárquico quería colocarse por encima de los preceptos de Ley y Orden al expresar que legalmente tenía todo el derecho del mundo de perdonarse a sí mismo como presidente sobre hechos relacionados y evidenciados meses atrás con el Memo suministrado que había sido enviado al consejero especial en aquella ocasión.
Con su habitual argumentación, expresado en el editorial, este presidente le expresaba en aquel instante al cuerpo republicano del Congreso que no lo culparan a él si le daban una paliza en noviembre puesto que según él serían una elecciones dudosas y cuestionables enfocándose en una supuesta maquinaria electoral cuyos proponentes manipulaban el sistema.
Ese es el juego de este presidente. La noción de una carecía legal por parte del sistema que se convertía en la excusa perfecta al decir públicamente que estaba libre de pecado y que en todo caso tenía el poder de proceder libremente sin ningún tipo de acusaciones por ser presidente.
Ante ello, se colocaba fuera de ese escenario acusatorio como si fuese un mero espectador.
Ante la división política de Estados Unidos que es evidente, el presidente norteamericano es en realidad un cerebro manipulador que ha conspirado para permanecer en el poder sin consecuencias, máxime cuando pretendía como pretende exculparse hoy así de fácil, como diciendo si algo paso, yo no tuve nada que ver.
Al día de hoy, cuando una mayoría en el campo demócrata de la Cámara de Representantes en el Congreso han decidido emprender una jornada sumamente difícil para su destitución, este mismo personaje recurre nuevamente a esos epítetos de cacería de brujas, de acoso y abuso legislativo.
Aun cuando el camino trazado por el Partido Demócrata sea tortuoso, es la ruta correcta. Es el camino para destapar una presidencia cuyo legado ha sido la mentira, la división política, el abuso de poder, el engaño y la traición.
Es posible como dicen numerosos analistas sobre el tema—mucho más expertos que Yo en política extranjera—que este presidente nada muy bien dentro de la controversia y la división. Utiliza todo eso a su favor y al contar con un sector de la población que lo sigue y se alimenta de su discurso discriminatorio, se crece dentro del espectáculo esta vez montándose como una víctima del sistema.
Pero al mejor cazador se la va liebre. No hay un crimen perfecto y la verdad tarde o temprano siempre prevalece.
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