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6/15/2018

Mientras Trump sea el principal denominador de la encrucijada política, domina el escenario y el lenguaje: eso lamentable y desgraciadamente es una realidad.




En su lanzamiento, el hasta entonces candidato a la presidencia en 2016 estableció como retórica un lenguaje sencillo el cual estaba dirigido a exhumar una base que estaba inerte y sin vida política.

Un público cautivo cuyo discurso en contra de China, México y Medio Oriente unido al tema de la inmigración tendría un eco profundo.

Para los efectos y en contra de cualquier pronóstico, no importaba la censura a partir del lanzamiento de su candidatura: el mensaje llegó. Había levantado un nicho. Una masa de gente que no era una minoría se había despertado.

Mientras; la oposición intentaba sin éxito sanar las heridas de los correos electrónicos de la candidata demócrata.

En el transcurso de su campaña, Donald Trump masacró a sus contrincantes en las primarias utilizando sobrenombres, medias verdades, insultos y actitudes detrimentales ante las cámaras de televisión, pero nada tuvo el efecto deseado.

La prensa nacional no pudo ni tan siquiera detener ni advertir en las encuestas que la metodología de Trump había tenido éxito: esencialmente había dividido la nación. Sin contar el efecto global.

Un aura de liderato sostenido por eufemismos y slogans copaba las redes con noticias falsas y discriminatorias pero que sostenían un discurso nacional olvidado y proscrito desde hacía décadas.

Una Nación cuyas raíces estaban empañadas por luchas sobre los derechos más básicos de la vida humana ahora estaban colgando de un hilo y mancillados por un liderato cuyo principal exponente decía que elevaría un muro, eliminaría el "Obama Care" y las normas migratorias sin dejar a un lado la cancelación de los lazos para que musulmanes y otros pudieran permanecer o entrar en suelo estadounidense.

Eso era tan solo el principio...

Alcanzó la nominación republicana y evidentemente se convirtió en el principal denominador de la encrucijada política, dominando el escenario y el lenguaje: eso lamentable y desgraciadamente es una realidad.

Como empresario su nombre más allá de una firma se había transformado en una marca. Un producto. En este caso, su nombre era el principal objetivo de una oposición que había sido derrotada y había fracasado en destruir la imagen del ahora presidente de la Nación.

Junto con una estrategia definida, aprendida y moldeada el presidente dominaba el escenario y el micrófono. Se colocaba a la ofensiva y sabía jugar el juego de la imagen y la publicidad.

A pesar que los medios habían tratado incesantemente de presentar una barrera, estos no podían pretender por sí solos ser una fuerza política de oposición.

Su filosofía estratégica basada en su mentor, Roy Cohn estableció las siguientes características fundamentales, las cuales ha llevado al pie de la letra:
  1. Nunca aceptar un acuerdo. No puede haber espacio alguno para rendirse, eso es inaceptable.
  2. Hacer el contra ataque preciso e inmediato.
  3. No importa lo que suceda, no importa cuán profunda sea la herida, reclamar victoria y jamás aceptar una derrota.
No tenemos nada más que leer uno de sus "tweets" más reciente, para darnos cuenta que en cada expresión pública que hace se materializa ese estilo. Ahora los acusados son víctimas.., Come y Hillary a quien le falta el respeto una vez más; deberían ser los acusados. Ese es el contra ataque.

En todo caso la verdad no importa. Porque la mentira, la distracción y la retórica demagógica lo coloca como siempre en la ofensiva sin estar de lleno dentro de la controversia.


De otra parte y en momentos donde la investigación del Asesor Especial Robert Mueller se encamina a llegar a su punto culminante este presidente se sienta con dictadores que le han usurpado La Paz al mundo y como experto en imagen, comparece hipócritamente ante las cámaras, estrechándose las manos como si realmente fuera a tirar al zafaron su fuerza militar y nuclear.

Pero la foto copa los medios. Se convierte en una fuente viral de información.

Ante la ausencia palpable y cobarde del Partido Demócrata, el presidente Trump continúa su curso a pesar de tener una investigación que al final le podría costar la presidencia.

Por esa falta de eco y resonancia política de la oposición, es que actores han tratado de dar el primer paso para mover y calentar la opinión pública.

Es bochornoso que ellos y ellas tengan que hacer lo que se supone realice el Partido Demócrata.

Si en noviembre, el Partido Demócrata pretender virar el Congreso a su favor y comenzar un proceso debería primero saber quien es quién dentro del ruedo político. Conocer los movimientos y aprender a defenderse y estar listos para maniobrar. Si no lo hacen van a tener nuevamente a un contrincante cuyo norte es que el fin justifica los medios y como dicen en mi pueblo, "les mata el piojo en la mano" sin que se den cuenta...




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