Reorganizar. Un término tenebroso que utiliza la empresa privada como escondite para fraguar despidos o de otro modo, destruir beneficios laborales.
Cuando reorganizan realmente lo que buscan es que con menos se produzca mucho más. Con los mismos salarios y claro está, sin incentivos.
Lo cierto es que hay una fórmula que no falla: menos gente trabaja, menos gente aporta a la economía. Menos gente radica contribuciones, gastan en farmacias o supermercados. Es decir, participan de lo que hace mover al País.
En mayo de 2009, el gobierno de Luis Fortuño despidió cerca de 30 mil empleados. Yo les puedo decir que las consecuencias de su famosa Ley 7 de Emergencia Fiscal tocó la vida de sobre 90 mil personas que atendimos en mi lugar de empleo de sol a sol.
Ahí comenzó todo.
Gente se desmayaba y sufrían ataques de nervios y de pánico. Irónicamente uno de los principales artífices de esa tragedia se llama Carlos García, quien hoy es uno de los inquisidores de la Junta de Supervisión Fiscal.
Despidieron a miles de seres humanos puertorriqueños amparándose en una empresa privada que supuestamente los iba a absorber.
Nada más lejos de la realidad.
En la empresa privada, como diría El Gran Combo de Puerto Rico, no hay cama pa’ tanta gente.
De modo que los dejaron sin empleo y sin posibilidad. Perdiendo años de servicio, beneficios y derechos laborales fundamentales para una vida digna y fructífera.
Esa presunción de un gigantismo gubernamental fue un enorme fracaso y haber atacado al servicio público de una manera tan vil y cruel no tiene perdón.
En lo que le toca a la economía, el sector industrial y comercial perdió miles de clientes que ahora no podrían gastar e iban a medir cada centavo. Sin pensar que el propio gobierno luego de propiciar y aprobar dichos despidos, lanzaron a la calle y a la indigencia miles de seres humanos. A la larga el propio sistema tuvo que hacerse cargo de ellos, establecer ayudas, beneficencia y otros programas de asistencia para de algún modo reparar el daño causado.
Poco a poco se ha ido destruyendo lo que queda del servicio público.
Éramos un país donde se conseguía empleo digno y rápido, donde se podía vivir y la gente participaba de la economía.
Las consecuencias de todo esto las vivimos hoy día. Áreas congestionadas de público por falta de empleados, cierre de oficinas, cierre de escuelas entre otras circunstancias que son indispensables en nuestro universo social.
Con el pasado gobernador renunciante, se consolidaron agencias, se eliminaron puestos y se cerraron áreas sustantivas de servicios a través de un corto tiempo, matando lo que quedaba de servicio laboral en Puerto Rico que durante mucho tiempo fue sagrado.
Destruyeron las pensiones y las convirtieron en entes que nadie a ciencia cierta sabe lo que son y cómo funcionan al presente. Se metieron no tan solo con el Retiro Central del Gobierno, penetraron el Retiro de la Asociación de Maestros, Universidad de Puerto Rico y el de la Judicatura.
En ese sentido, aunque de cierto modo resulte para muchos ridículo y absurdo, deberíamos repasar esa época, aprender de ella y de cierto modo regresar a unos preceptos de gobierno que le abrían oportunidades a la mayoría.
Cuando la gente trabaja se levanta una sociedad saludable. Con más bríos y que aporta contributivamente al erario. Se levanta una industria y un comercio local que apenas sobrevive.
¿En qué ha crecido la empresa privada? No ha sido en su fuerza laboral, créanme. Tampoco en beneficios o incentivos. Han crecido en sus caudales y viviendo en gran medida del gobierno y los beneficios fiscales cuando tienen que rendir cuentas.
Si queremos verdaderamente que los gobiernos cambien los políticos tienen que desprenderse de su ambición y llegar con una vocación genuina. Tienen que ser personas que amen el servicio público, que hablen el lenguaje de nuestra gente y protejan el servicio público del menosprecio de personas que lo atacan o vienen a lucrarse.
Tirando la gente a la calle jamás vamos a adelantar absolutamente nada. Creando contratos millonarios o endeudando a futuras generaciones menos todavía.
Se avecina un nuevo año.
Uno de elecciones tanto aquí en Puerto Rico como en Estados Unidos. En momentos en que se están dando audiencias para destituir al presidente de la nación norteamericana, lo menos que podrían hacer nuestros políticos es detenerse a pensar y meditar realmente sobre el futuro y el papel del gobierno como ente facilitador para el trabajo y mejores oportunidades.
Es tiempo que todos aquellos que se respetan a sí mismos saliendo electos, eleven su voz y trabajen de verdad. Sobre todo cuando tenemos en nuestras costillas un ente extranjero que nos chupa el vivir continuamente.
Una Junta de Supervisión que muchos de ellos se han beneficiado y se benefician actualmente de nuestro gobierno. No trabajan para los humildes. Trabajan para los acreedores y los bonistas.
Vinieron simple y llanamente a cobrar. Lo demás es secundario.
Y eso realmente no es una tragedia: es una pesadilla.
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