El 13 de noviembre próximo comienza un momento histórico que habrá de ocupar las primeras planas de la prensa nacional: el proceso para destituir al presidente norteamericano Donald J. Trump.
Con el inicio de dichos procedimientos culmina una etapa en la presidencia arraigada en el abuso del poder, el insulto racial y la burla, así como el uso indiscriminado de fuerzas que, al ser impunes bajo el marco de la Ley, operan libremente en las esferas del gobierno.
Justo hace unos días, el Juez de Nueva York, Suliann Scarpulla le ordenó al presidente Trump pagar la suma de 2 millones de dólares a entidades de carácter benéfico toda vez que utilizó los fondos de su fundación para adelantar sus intereses políticos y económicos.
Recientemente el Embajador de Estados Unidos para la Unión Europea, Gordon Sondland revisó su testimonio al Congreso estadounidense para indicar que en efecto estuvo involucrado en lo que se denomina “quid pro quo” en relación con el controvertible asunto de Ucrania; la nación que debía anunciar una supuesta investigación a la familia del principal oponente del presidente, Joe Biden.
El Jefe Interino del Gabinete en Casa Blanca, Mick Mulvaney quien reiteradamente se ha rehusado a contestar su citación al Congreso, fue señalado hace poco como la figura del momento cuando en una conferencia de prensa les indicó a los periodistas que tenían que superar el hecho de la presión de la Administración a Ucrania refiriéndose al asunto en controversia.
Mulvaney intentó desprenderse de sus propias alegaciones sin pensar que su respuesta toca de cerca el discurso de una presidencia que piensa que está por encima de la Ley.
De la misma forma, el Partido Republicano en su mayoría y el Senado se han convertido en un eco de la presidencia, se han transformado en un cuerpo legislativo cobarde cuyos preceptos y aspiraciones políticas van primero que cualquier atisbo de paz, Ley y orden.
Pero esa ha sido la trayectoria de esta presidencia.
Una trayectoria definida por la controversia, el acoso racial, acusaciones federales, investigaciones y las famosas respuestas en las redes sociales.
Es irónico pensar que en la historia cuando hace 30 años se derrumbó el muro de Berlín, el foco de esta administración sea la construcción de un muro en la frontera.
Podemos seguir hablando y describiendo instancias que nos dejan sin palabras sobre esta presidencia y su administración. Pero lo que es esencialmente importante es la naturaleza de lo que habrá de comenzar en los próximos días.
El Partido Demócrata finalmente ha sido valiente y las audiencias son su declaración de guerra a una administración que jamás debió llegar a la presidencia.
El proceso de destitución tiene que traer respuestas claves, testimonios contundentes y hechos que sean irrefutables. Tienen que colocarse a la ofensiva y atender cada instancia con precisión. No debe haber dudas sobre lo que se lleva a cabo. Deben estar seguros de cada paso para no dejar que cada expresión caiga en la demagogia y la interpretación.
Lo pueden lograr.
En ese sentido podrán comenzar a grietar los cimientos de una administración cuyo engranaje ha estado sustentada por la falsedad, la arrogancia, el desprecio a la prensa y las motivaciones raciales.
Podrán hacerle ver a una Nación dividida que tocar las puertas de países no aliados para utilizarlos de trampolín para desprestigiar a sus rivales es inmoral pero es ilegal también.
Dividir familias, hablar del abuso sexual como si fuesen cuentos de pasillo, el amor a las armas de asalto por mantener sus relaciones políticas, establecer vínculos con otros países para penetrar áreas claves y destruir contrincantes; tiene consecuencias.
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