Durante gran parte de mi vida he escuchado historias. Algunas, aunque increíbles, tienen hasta cierto punto un asombroso sentido de credibilidad.
Son relatos que nos enfrentan a sucesos sin explicación. Casos sobrenaturales narrados por personas cercanas, quienes comparten experiencias que parecen ir más allá de nuestro entendimiento.
¿Realmente hay una explicación? ¿Existen argumentos de peso o simplemente son supersticiones o leyendas amplificadas en redes sociales? ¿Cuál es la verdad?
Con la proliferación de vídeos y canales dedicados a estos temas, vemos supuestos apartamentos embrujados donde objetos se mueven o figuras extrañas aparecen entre la vegetación. Uno se pregunta: ¿Son ciertos o manipulaciones para atraer visitas y audiencia? Realmente no lo sé.
Recuerdo cuando estudiaba en el Colegio, en séptimo grado. Uno de nuestros profesores era el Padre Wallace. El Colegio era estrictamente católico y los sacerdotes eran Marianistas, devotos de María, madre de Jesús.
El Padre Wallace, además de maestro, era un guía espiritual, sereno y de voz tenue. Una vez nos contó que, mientras tomaba fotografías cerca de un lago en una cabaña de la Iglesia, vio a unos hombres con trajes oscuros caminando por el lugar. Intentó fotografiarlos, pero la cámara dejaba de funcionar cada vez que los enfocaba. Al dirigirla hacia otro lado, la cámara funcionaba perfectamente. Nunca pudo explicar lo sucedido. Su testimonio era creíble, viniendo de una persona tan seria como él.
Pero eso es solo un incidente aislado. Tengo amistades muy cercanas que han sentido su cama moverse sin explicación. Relatos aterradores contados por ingenieros, seminaristas y oficiales de la Guardia Costanera. No creo que inventan estas historias. Alguien podría decir que es sugestión psicológica. Es posible. No tengo evidencia, solo sus testimonios. Pero algo hay, sea en la mente o en las circunstancias, algo inexplicable.
Hace dos años falleció mi tía, quien fue como una madre para mí. No estuve presente al momento de su partida, pero quienes la acompañaban me contaron que dijo: —¡Ay Dios mío!... —Que así sea. Y murió. Me he preguntado muchas veces por esa frase. ¿Habrá visto algo? Parecía entregarse a algo desconocido, tranquila y en paz. Siento que supo hacia dónde iba, sin dudas ni miedo.
Sin embargo, esto sigue siendo un misterio sin respuesta. Solo quedan interpretaciones plagadas de dudas y temores. No sabemos qué hay más allá de nuestro cuerpo y conciencia. Pero intuimos o deseamos creer en algo más, ya sea por fe religiosa o tradición.
En mi caso, quiero creer que existe otro estado de conciencia, un portal hacia otra existencia donde nos reencontramos con seres queridos, descubrimos nuestro origen y comprendemos nuestro destino. Quizás, desde ese plano, podamos ayudar a otros. Pero cuando lo descubra, no tendré la oportunidad de contarlo.
Eso les tocará a ustedes, al igual que a mí, en ese instante cuando cerremos los ojos y despertemos en otro tiempo y espacio.
Y eso es otro cuarto de hora... ¿Qué piensan ustedes?
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