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1/20/2025

Castigo Y Sociedad

 


¿Cuál debe ser el castigo: la muerte?

Según Thomas Mackintosh de BBC News, Jessica Sarah Tisch, quien se desempeña como comisionada de policía de la ciudad de Nueva York desde noviembre de 2024, expresó el 23 de diciembre de 2024 que este es “uno de los crímenes más depravados que se pueden cometer” al referirse a un hombre que le prendió fuego y mató a una mujer en el Metro de Nueva York. La comisionada añadió que “la mujer estaba en un tren cuando un hombre se le acercó y usó un encendedor para prender fuego a su ropa. Quedó totalmente envuelta en llamas en cuestión de segundos”, detalló. Aunque los agentes extinguieron las llamas, la víctima murió en el lugar.

De lo que se desprende de la información de Mackintosh es que la comisaría pudo obtener imágenes "muy claras y detalladas" gracias a las cámaras corporales de los agentes, las cuales fueron difundidas por el Departamento de Policía de Nueva York. Más tarde, tres adolescentes neoyorquinos llamaron a los servicios de emergencias para informar que habían reconocido al sospechoso en otro tren del metro, informó Tisch a periodistas. El hombre fue localizado y arrestado en la estación Herald Square, que se encuentra cerca del edificio Empire State en Manhattan. Fue encontrado con un encendedor en el bolsillo, dijo Tisch. El hombre emigró de Guatemala a Estados Unidos en 2018, añadió Gulotta.

Esto me trae a la memoria un artículo que escribí en 2019 en el que hay casos cuyo nivel de crueldad es tan alto que no existen palabras para describirlo. Las palabras se quedan cortas.

No existen tan siquiera expresiones que se acerquen y nos ayuden a entender y comprender lo que sentimos. Son casos que cambiarán para siempre nuestra mente y nos harán repensar todo lo que creíamos hasta ese instante.

El 23 de marzo de 2019, un joven de 19 años quemó a una jovencita de tan solo 13 años en más de un 90% de su cuerpo. A Wilson Meléndez Bonilla se le impuso una fianza de 3.5 millones de dólares, la cual no prestó y, por lo cual, fue ingresado a la cárcel de Las Cucharas en Ponce.

Según lo que trascendió en la prensa, Wilson irrumpió en la residencia de la menor, la roció con gasolina y con un encendedor le prendió fuego. Ella fue ingresada en estado de gravedad al Centro Médico de Río Piedras mientras el imputado fue arrestado horas después admitiendo los hechos.

Trágicamente, la adolescente de 13 años sucumbió ante la gravedad de las heridas y murió el domingo, 12 de mayo de 2019.

No les puedo explicar el nivel de frustración que sentí cuando llegó la alerta del periódico El Nuevo Día dando la noticia de su fallecimiento. Al menos, la Secretara de Justicia en aquel periodo, Wanda Vázquez, en un comunicado de prensa informó que haría los pasos necesarios para radicar cargos por asesinato en primer grado al joven asesino.

El problema es que nuestro nivel de humanidad quiere algo más que justicia: quiere venganza. Algo que sea proporcional. Un castigo tan doloroso como el que le hizo pasar a esta niña.

Pero obviamente debemos dejar que los procesos jurídicos sigan su curso.

El hecho de que en efecto el asesino se quedó en prisión implica que de cierto modo el sistema correccional le dio a él la opción de vivir. Opción que él le quitó a ella.

El problema radica en las miles de ideas que no son fáciles de describir y que nos llevan por otro sendero. Uno que jamás deberíamos ni imaginarnos tan siquiera. Se nos va la mente y la mirada se nos pierde entre la tristeza y el coraje.

Podemos culpar a quien sea, pero todos somos responsables. Somos responsables de una sociedad que atesora la violencia, vive en su mayoría en la ignorancia y cultiva las drogas como método de supervivencia ante un cuadro social tétrico y preocupante.

Una sociedad que vive la mayor parte del tiempo en las redes y se quita de los estudios, no lee o analiza lo más básico y se mantiene enajenada en un mundo donde se propagan cada vez más las divisiones, la burla, el acoso, sin hablar de la parte sexual que está latente constantemente.

Una sociedad que es dependiente, en donde el dinero ha extraído sus valores y su cultura, dejándola a merced de un universo político cuyos integrantes en su inmensa mayoría viven de la avaricia, las apariencias y ese suburbio de lujos y capital que los excluye y los aísla de su universo social.

Nos falta mucho para acercarnos a una sociedad donde prevalezcan los valores, la educación y el amor al prójimo. Nos falta mucho para comprender que la única manera de caminar responsablemente es con la verdad, la justicia y el deseo genuino de ayudar y comprendernos unos a otros.

Mientras eso no suceda, casos como estos quedarán en nuestra historia no como un aviso, sino como una advertencia en nuestra conciencia y nuestro espíritu sobre actos que tristemente jamás podremos olvidar.

Sin pensar que casos de una crueldad tan extrema como el de Nueva York abonan cada segundo a la presunción del estado político norteamericano, en el que un inmigrante ilegal es precisamente el perpetrador de dicho crimen. Lo que se suma a ese discurso generalizado en el que hispanos, latinos y otros de otras consideraciones étnicas son considerados extranjeros y ajenos a una sociedad que hoy no los quiere dentro de su territorio.



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