Según Deutsche Welle, una emisora internacional de noticias alemana reconocida por su periodismo independiente en 30 idiomas, en 2017 el entonces presidente de Estados Unidos, Donald Trump, expresó su interés en "vender a Puerto Rico o cambiarlo por Groenlandia". Trump añadió: "Puerto Rico es sucio y la gente es pobre".
Estas declaraciones fueron dirigidas a Miles Taylor, jefe de gabinete del Departamento de Seguridad del Interior (DHS), en momentos críticos cuando el gobierno estadounidense se preparaba para atender a Puerto Rico tras el paso de dos huracanes, uno de ellos de magnitud catastrófica. La primera ministra danesa, Mette Frederiksen, calificó de "absurda" dicha propuesta.
Al recordar la afirmación de Trump sobre Puerto Rico como "sucio y pobre", se observa un patrón en su discurso: ataques inmisericordes y despectivos. Trump utilizó apodos ofensivos para oponentes políticos, como "Crooked Hillary" para Hillary Clinton, "Lying Ted" para Ted Cruz y "Little Marco" para Marco Rubio. Además, criticó al congresista John Lewis por no asistir a su inauguración y menospreció a figuras militares como John McCain y familias "Gold Star".
Este patrón refleja una estrategia para polarizar, excluir y ridiculizar desde el inicio de su carrera política. Un ejemplo alarmante fue su comentario en una reunión de la Casa Blanca sobre inmigración, donde cuestionó: "¿Por qué queremos a toda esta gente que proviene de estos países de mierda?" ("Why do we want all these people from shithole countries?"). Este comentario iba dirigido a inmigrantes de El Salvador, Haití, África y al programa DACA.
La respuesta pública fue contundente. Anderson Cooper, periodista de CNN y corresponsal de 60 Minutos, reaccionó en un editorial señalando la gravedad de estos comentarios. Cooper afirmó que referirse a países africanos como "antros de mierda" no solo es lamentable, sino claramente racista. Recordó también reportajes del New York Times donde Trump acusó a los haitianos de tener SIDA y dijo que los inmigrantes nigerianos nunca regresarían a sus países tras llegar a EE.UU.
Ante la posibilidad de un nuevo mandato presidencial, preocupa el rumbo de las relaciones exteriores de EE.UU. Las tensiones con Corea del Norte, la desconfianza de aliados como Ucrania, Francia e Inglaterra, y la falta de atención a temas críticos como el acceso a servicios médicos o la financiación de programas sociales, revelan una gestión polarizadora.
La administración de Trump, apoyada por figuras como Paul Manafort, Roger Stone y Steve Bannon, mostró irregularidades y alimentó un discurso radical dirigido a sectores heridos por políticas federales. Esta presidencia, a pesar de controlar ambas cámaras legislativas, mantuvo divisiones profundas en temas clave como Planned Parenthood, servicios de salud y políticas fiscales que favorecen a las élites.
Es preocupante que un país construido por inmigrantes adopte políticas que los perjudican, ignorando las complejas dinámicas de Oriente Medio y América Latina. La retórica hostil hacia México, Canadá y Panamá solo agrava las tensiones internacionales.
Reflexionar sobre estos patrones es esencial para entender los desafíos que enfrentan Puerto Rico y otras comunidades bajo este tipo de liderazgo.
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