El juicio político para destituir al presidente norteamericano Donald J. Trump concluyó el miércoles pasado, 5 de febrero de 2020.
El Senado norteamericano, dominado por republicanos votaron como soldados de fila para absolver a su presidente de los dos artículos que pesaban en su contra desde principios de diciembre: abuso de poder y obstrucción al Congreso.
Con la excepción histórica del senador Mitt Romney, quien con un voto disidente y de conciencia se inclinó a favor de la destitución.
Con esa votación nuestro mundo caribeño, hispano y latinoamericano fue testigo de cómo se maneja el poder en la mayoría del Senado. Una rama del Congreso norteamericano cuyos miembros sea por cobardía o fanatismo le rinden tributo al presidente.
Ese grupo tenebroso de republicanos se convirtieron en cómplices dentro de un proceso amañado que impidió la comparecencia de testigos y evidencia concluyente sobre las acciones del presidente.
Desgraciadamente el final era previsible.
Bajo señalamientos en donde utilizó todo su poder para manipular una nación extranjera con el único propósito de destruir a su principal opositor, la oposición demócrata no pudo convencer a su contraparte y quedó opacado y sin posibilidad alguna de prevalecer ante la mayoría de republicanos que desde el inicio de dichos procedimientos se sabía que lo iban absolver.
Desde que asumió el poder en la Casa Blanca, Donald J. Trump, basado en el articulo de Sean Wilentz del New York Daily News, cometió violaciones graves que no han tenido precedente alguno a la hora de honrar el juramento sagrado de preservar, proteger y defender la Constitución de Estados Unidos de América.
Permitir que una nación que no es aliada de Estados Unidos se inmiscuyera a cambio de su ambición política evidentemente es un ataque a la nación y a sus valores.
En otras palabras, cuando el Comandante en Jefe de la nación norteamericana incurre en tales actos se constituye de inmediato un atentado en el cumplimiento de su deber en proteger y defender la Constitución y en dar una respuesta proporcional a una intromisión planificada que incidió en su victoria en 2016.
No conforme con tales actos, el esfuerzo y las energías de este presidente han estado enfocadas en destruir las reputaciones de aquellos que no le temen y le han hecho frente. Los que de una forma u otra le representan una amenaza real a su presidencia.
Sus reiteradas expresiones en las redes que intuyen una política pública racista, desafían áreas sensitivas del gobierno dentro de una perspectiva política racial y discriminatoria.
El perfil de sus controvertibles mensajes que aluden inexcusablemente al problema del borde, el famoso muro, los países de“mierda”y en nuestro caso, las acusaciones constantes de La Casa Blanca sobre actos de corrupción generalizados, inciden en ayudas federales para desastres en la Isla.
Sin mencionar o dejar atrás el encarcelamiento de miles de familias inmigrantes junto a niños y jóvenes en jaulas sin los estándares más básicos de salubridad.
Sin olvidar que sus principales asesores de campaña se declararon culpables y hoy están encarcelados o a punto de enfrentar cargos federales que no se pueden esconder.
Para el presidente de Estados Unidos todo se circunscribe al diabólico acoso demócrata incluyendo la expresión desafortunada sobre la cual la prensa es su principal enemigo.
Aquí no importa el raciocinio, mucho menos la sensatez, los hechos o la evidencia. Siempre y cuando tenga la inmensa mayoría de los cuerpos legislativos a su favor, no hay nada que hacer.
Aprovechándose de una oposición partidaria que no se ha recuperado desde la derrota de Hillary, la respuesta demócrata no ha podido retumbar a pesar que gran parte del pueblo norteamericano se han manifestado en las calles haciendo valer su voz sin importar las consecuencias.
Estados Unidos necesita regresar a la paz ciudadana, A sus valores. A modificar preceptos violentos que alimentan sucesos que han ocasionado tantas tragedias familiares.
Debe regresar a los fundamentos con un equipo de trabajo digno sin visos de racismo o distinción sexual de ninguna índole.
Es la única manera que esta nación va poder hacerle frente a circunstancias tan críticas como el cambio climático, oriente medio, el terror como una amenaza latente y el regreso a una presidencia que no descanse en la deslealtad, la compra de influencias y el acoso como modos normales de ejecución que en esencia atentan contra los valores esenciales de la vida en común.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.