El significado de los recientes acontecimientos en Iowa es que aun luego de todo el desastre en sus sistemas bajo la candidatura de Hillary Clinton, el Partido Demócrata no ha podido sobreponerse o elevar su tecnología a niveles óptimos de seguridad y precisión que son imperativos en unas elecciones tan decisivas como las de noviembre próximo.
Es preocupante y alarmante lo que ocurrió con los resultados al mantener en vilo y en una incertidumbre total a candidatos que se disputan la ruta a la presidencia de Estados Unidos por dicho partido.
Para el presidente estas son municiones en medio de un esquema de ataques que cada día se intensificarán más y más.
Pero esto mismo nos trae a a profundizar realmente el alcance de la trayectoria demócrata.
Podríamos pensar en demasiados candidatos que poco a poco han ido desinflándose ante escenarios políticos que han roto esquemas dentro de la naturaleza del gobierno estadounidense.
De una plantilla que en un momento dado agrupó a 25 candidatos han sobrevivido siete de ellos: Elizabeth Warren, Pete Buttigieg, Bernie Sanders, Joe Biden, Tulsie Gabbard, Amy Klobuchar y Tom Steyer; estos enfrentan hoy a un octavo candidato que cortó el cerco utilizando recursos impensables como billonario: Mike Bloomberg.
Este último, entra en un momento en el juego donde el Partido Demócrata ha fracasado en encausar y hacer temblar los cimientos de una presidencia republicana aferrada en el poder sin mediar absolutamente consecuencia alguna.
Mike Bloomberg entra a este juego por la sencilla razón que comprende que en ausencia de un líder fuerte, Donald Trump tiene la ruta perfecta para apropiarse de la presidencia nuevamente.
A pesar de su entrada, con un manejo publicitario billonario sin precedentes en este ámbito electoral, de cierto modo es el único que a través de sus anuncios ha logrado detener y hacer reaccionar y colocarse de tú a tú en contra del presidente.
No es esencialmente un candidato o líder fuerte. Puede tener la fortuna y lograr acaparar los medios de momento pero no es suficiente.
Un líder fuerte acapara el entorno político sin mucho esfuerzo puesto que su carisma y su presencia detiene la rueda y estremece el ambiente. No necesita el apoyo de billones y su voz retumba y hace temblar las paredes sin mediar extremos en los medios con expresiones que rasguñan pero no agrietan los cimientos de una presidencia fundamentada en la mentira y el fraude.
En estos días es preciso ver este mismo candidato a la defensiva, contestando imputaciones cuando estaba no tan solo a cargo del gobierno de Nueva York sino de su empresa y su proyección hacia el sexo femenino.
Aun cuando muchas de esas acusaciones no tienen practicante ninguna preponderancia a esta etapa, las circunstancias en donde los incitadores contrarios te colocan a la defensiva es un atributo que se le concede a una oposición que capitaliza en las debilidades cuando sabe que compite con un candidato que esencialmente carece de carisma y liderato.
Pero eso es una parte nada más.
Tenemos un Partido Demócrata que no ha podido capitalizar en cada uno de los intentos legítimos para destruir la presidencia republicana.
De hecho, ante gran parte de la población sobre todo el sector mayoritario que ve al presidente como su salvador, el Partido Demócrata ha quedado en ridículo en cada una de los intentos y acusaciones de ilegalidad que poco a poco han muerto en el momento de la verdad.
En ese sentido debemos admitir que el Partido Demócrata no ha podido comprender aun a lo que se enfrenta.
En momentos en que al parecer la estrategia republicana se basa en manejar la verdad y la mentira intuitivamente en las redes sociales, aparte del hecho que los más allegados y leales funcionarios al presidente hayan quedado separados de sus cargos, acusados por delitos y en algunos casos cumpliendo años de prisión, lo único que prevalece al final es la voz de Donald Trump cuando se coloca en el juego como víctima de un sistema demócrata que haría cualquier cosa para verlo preso.
Esa impresión se le ha vendido al pueblo estadounidense.
Para cualquier efecto el fin de la justicia no importa. Miren nada más lo que ha ocurrido en los pasados días con el Departamento de Justicia, Roger Stone, la renuncia de cuatro fiscales y el acomodo del jefe en cuestión de dicho Departamento, William Barr.
¿Cuál ha sido la respuesta del Partido Demócrata?
Para cualquier efecto, desgraciadamente el presidente ha podido esquivar cada tormenta legal instruida por el aparato demócrata como un esfuerzo fútil ante las cámaras y los medios nacionales.
Aun cuando la investigación del Fiscal Especial Independiente, Robert Mueller incidió en el espectro político como un momento clave de esperanza, la investigación al final no pudo establecer de forma directa y contundente elementos directos que vincularan la presidencia con actos ilegales. No podían exonerarlo ni acusarlo tampoco.
Los testimonios de los embajadores bajo el escrutinio previo al proceso de destitución, quedaron cortos y varados en medio de un cuadrilátero cuyo referí era republicano, los jueces republicanos y el que tocó la campana para terminar el combate; republicano también. Es decir, una mayoría en el Senado republicana. Demás está decir cuál sería el resultado.
Y con eso, Trump acabó presentándose ante los medios con uno de los principales rotativos en mano, aludiendo que una vez más es absuelto de cualquier cargo a los efectos de chantaje o cualquier otra acusación formal a su presidencia.
Se quedó con el canto como cuando alguien en primera plana en un medio nacional resulta victorioso de una calumnia por parte del estado.
Patéticamente el Partido Demócrata luego de una ausencia mediática compareció indicando que hicieron todo lo que tenían que hacer.
Poco después vimos a la líder de dicho partido hacer pedazos el mensaje del presidente, frente a los medios nacionales mientras cubrían el Mensaje de Estado del presidente.
El tiempo se acorta. Las elecciones se acercan cada día más.
A este punto, si lo que aconteció en Iowa se repite, el Partido Demócrata habrá perdido toda probabilidad de recuperarse ante un juego en que se le va la vida no tan solo a un pueblo estadounidense que rechaza las posturas de esta presidencia sino a nuestro territorio que desgraciadamente habrá de sufrir unas consecuencias reales que no hemos visto todavía.
Cierro con las expresiones de Steve Schmidt sobre los incidentes en Iowa:
Dice Steve Schmidt:
—In Iowa last week, it was a disaster of a feud that beggars my ability to describe. The collapse of that technology platform is not something that’s going to beset republicans in November, who have a light-years distance in the technology gap between their side and the democratic side”
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