¿Tiene nombre? Claro que sí. Todos nosotros sabemos de quién se trata.
¿Cómo cualquiera de nosotros se defiende de un “bully” que resulta ser Presidente de Estados Unidos?
¿Cómo cualquier ciudadano se defiende de ese acoso verbal en las redes sociales, en público y frente a las cámaras?
Frente a un asedio continúo y muy cruel…
Atacar sin fundamento, utilizar la plataforma digital como un arma de fuego y escupir palabras soeces frente a sus micrófonos es su estrategia.
Piensa que la mejor forma de competir en contra de sus oponentes es lacerar la dignidad de los candidatos del partido contrario. Fomentar la duda y elevarla dentro de un universo periodístico falso y calumnioso.
Ese es el primer paso.
Piensa que eso lo coloca siempre a la ofensiva. No a la defensiva.
Mientras sus enemigos se defienden tiene todo el tiempo del mundo para abonar, mancillar y atacar verbalmente a sus oponentes con la burla y el desprecio de un acoso que no termina.
Aun cuando sea verdaderamente indignante el hecho que venga de la persona que se supone sea ejemplo de humanidad para millones de personas resulta ser peligroso y humillante para aquellos que estamos del otro lado.
Créanme según su forma y estilo, epítetos, sobrenombres y la burla que viene acompañada de ademanes frente a miles de personas en auditorios por toda la nación parecen ser la norma de un encuentro social donde se aplauden dichas actitudes.
Los ejemplos están ahí. Los conocemos todos…
…“crooked Hillary”, “sleepy Joe”, “crazy Bernie”, “lying Ted”, “nasty Witch” y ahora el personaje de la revista “Mad, Alfred E. Neuman” en clara referencia al candidato por el Partido Demócrata, Pete Buttigieg.
Es fácil burlarse mientras se esconde detrás de un micrófono para sacar lo peor de la humanidad frente a miles de personas que aplauden sus discursos.
Amparado en un equipo corrupto que lo llevó a la silla presidencial, ese mismo equipo de trabajo al día de hoy enfrenta cargos judiciales, sentencias o cumplen años de prisión por manejos ilegales durante su campaña.
Parece increíble que Estados Unidos haya llegado a eso. Realmente es inaudito, preocupante y desalentador.
Ha convertido el acoso como parte esencial de una estrategia cuyo modo se inclina a la agresión verbal para mantenerse vivo y levantar una audiencia que se alimenta de la discriminación y el ataque racial.
Una base que rechaza el género, la inmigración, detestan nuestro idioma y nuestra cultura latina dejando claro que Estados Unidos les pertenece a los norteamericanos.
Pero sabemos que esa no es la mayoría. La mayoría de los norteamericanos que conozco no son así. Mucho menos son parte de esa base electoral que lo sigue no empece a sus expresiones.
Miles de norteamericanos atesoran la diversidad, trabajan con quiénes son distintos y aprecian nuestro modo de ser, la cultura hispana y latinoamericana.
Con su discurso de propaganda quiere hacerle creer al mundo que su nación ha sido invadida por entes migratorios, expresando el desdén que siente hacia la comunidad musulmana o de otros lugares fuera de Estados Unidos.
Esa expresión verbal es en esencia una desgracia nacional que se alimenta de la envidia de unos pocos que descansan precisamente en su discurso par validar sus posturas.
Una filosofía populista y enferma que incide en la división, el odio y la violencia.
Eso en particular asusta. Asusta cuando dichas aptitudes ideológicas ofensivas se corrompen y destruyen las libertades de los demás.
Con la nueva burla a este candidato, el presidente Donald Trump se le olvida que Pete Buttigieg es un académico probo que habla más de cinco idiomas habiendo sido oficial de la Fuerza Naval de Inteligencia en Afghanistan.
Pero aparte de ello, es un ser humano que se merece todo el respeto y la consideración que le debemos profesar a nuestros semejantes.
Lamentablemente ese aspecto no existe dentro de la naturaleza humana de un acosador.
Un instigador que descansa en su propaganda política además de utilizar cualquier recurso a su alcance para la humillación y la burla.
Esa es su plataforma.
Y eso es exactamente el comportamiento de un “bully”.
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