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3/02/2019

Hombre Mirando al Sudeste


Eliseo Subiela, Rueda de Prensa 2012 / Flickr / https://www.flickr.com/photos/ficgguadalajara/
Escrita y dirigida por Eliseo Subiela para el año 1986, la cinta "Hombre Mirando al Sudeste" sin duda alguna se ha colocado como una obra maestra que ha trascendido el cine argentino y se ha colocado dentro de ese número reducido y exclusivo de la cinematografía que hoy pertenece a un culto sagrado y exclusivo de miles de seguidores; incluyéndome.

Desarrollada en un hospital psiquiátrico, el personaje principal; Rantés voluntariamente ingresa como paciente en una de las facilidades para enfermos mentales, expresando haber sido un enviado de otro planeta y cuya misión es investigar la estupidez humana. 

El médico a cargo, Julio Denis se percata del ingreso voluntario de este paciente y de ahí en adelante decide tratarlo como un enfermo de paranoia.

Durante la película, el personaje del médico se envuelve en discusiones filosóficas con Rantés y durante todo ese desarrollo se perfila como un hombre deshumanizado, divorciado y cuyo trabajo se había convertido en una rutina sin sentido. Añadiendo que estos tratamientos médicos a pacientes con enfermedades mentales no tenían remedio alguno.  

Jamás podrían salir de ese estado psicótico y abismal, nunca se curarían.., máxime cuando esas condiciones mentales se apoderan trágicamente de la personalidad.

Detenido en el patio de la estructura psiquiátrica y de cara al sudeste, Rantés recibía señales provenientes de otro lugar ya que como él mismo lo expresaba; no era de este planeta. En las tertulias y conversaciones con el médico, Rantés no es sino una proyección de sí mismo; un holograma, un reflejo perfecto de una persona cuya presencia física es inexistente.

La película trae todo esa analogía, un tipo de profeta milagroso que al momento culminante de la película, liberó a los enfermos de ese cataclismo mental que los tenía aprisionados para que en segundos pudiesen a través de Novena Sinfonía de Beethoven, sentir la alegría del ser y manifestarse sin tapujos sobre su libertad.

Como Jesús, que conocía su destino, Rantés sabía lo que le iba a suceder. Luego de exacerbar los pacientes dentro del sanatorio mental cae preso del mismo sistema mental institucional y subsecuentemente víctima de las directrices que se realizarían en su contra.

En el clímax de la película, el médico enfrenta a Rantés con unas fotos a pesar que desde ya había sido sentenciado.  En lo que parecía ser una escena paternal en una fotografía, una de las imágenes estaba cortada. No se sabía quién era. Era evidente que la imagen estaba incompleta y que traía ese misterio aterrador de un pasado sobre el cual nunca se sabría a ciencia cierta qué ocurrió.

Ya para ese entonces Rantés conocía cual iba a ser su destino y como se lo indicó al propio médico en un momento dado:

"hay torturadores que aman a Beethoven, quieren a sus hijos, van a misa..."

Tal y como sucede en la inmensa mayoría de seres especiales que se convierten en una grieta del sistema, en este caso el médico se convierte en el Poncio Pilatos de ese entorno, castigando a Rantés por insubordinación. 

En su narrativa Julio Denis expresó: "el nueve de febrero de 1985, era sábado (...) Llegó al fondo del pozo (...) No soportó la anestesia y tuvo un paro cardíaco".

En cuanto a Beatriz "la Santa", como le llamaba Rantés, el narrador de la historia que es el propio médico intuye todo ese conjunto de supuestos como lo del alcoholismo de Rantés según ella como también advertir la excrecencia azul que brotaba de su boca al expresar sus sentimientos; logró enfurecer al médico despachándola fuera de su apartamento agresivamente. 

Sacarla de ese espacio solitario cuyo único acompañante sería la melancolía del saxo dentro de su apartamento; el único espacio clandestino y oscuro de alguien que al final se quedaría solo.

En su apartamento solo, y través de ese pensamiento aterrador narrado, luego de presuponer que tanto Beatriz y Rantés podían ser hermanos, Julio Denis decía:

"Yo me senté a esperarla a ella. Si eran hermanos, Dios para mí, a partir de ese momento, era un alcohólico desconocido que había tenido dos hijos... Quizás todos fuéramos eso, los hijos idiotas o locos de un padre al que de cualquier manera costaba mucho olvidar."

Al final, Rantés cayó en manos del juicio perturbador del médico y el sistema; ambos dentro de un papel trágico mientras el verdugo se lavaría las manos como Pilatos, aunque para ese momento tan crucial, el médico se había sumergido en ese desdén existencial donde ya nada tendría sentido. 

Rantés muere debido a la crueldad de un sistema existente dentro de las Instituciones psiquiátricas.

Hoy, con más de 30 años después de la realización de este filme, Hombre Mirando al Sudeste es una historia que eleva nuestro juicio y nos hace cuestionarnos sobre las cosas metafísicas más fundamentales de la existencia humana.
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