I de mayo de 2018 / Puerto Rico |
No hay una fuerza universal más grande que el AMOR.
Cuando buscamos el amor, nos unimos al universo, y de cierto modo comenzamos a pensar un poquito más en los demás.
Por amor han sufrido innumerables familias, siendo ejecutadas muy cruel y salvajemente en países donde no existen leyes que los protejan.
Jesucristo fue uno que se lanzó a lo peor de un imperio decadente precisamente por el amor a sus semejantes. En eso se basan sus enseñanzas.
Aun los que no creen, no pueden tapar el cielo con la mano y ocultar su verdad.
La filosofía de un servicio genuino y verdadero para ayudar a otros sin esperar nada a cambio es también sinónimo de amor.
He sido testigo muchas veces de la gesta de seres humanos que hacen un alto.
Dejan por momentos todo lo que tienen y se van a ayudar: a dar de sí.
Abogados aquí en Puerto Rico, que se han dado a la tarea de escudriñar y ayudar a personas convictas sin una evidencia clara.
Ayudarlos sin pretensiones de dinero y luchando hasta dejarlos en libertad.
Comunidades que domingo tras domingo, en plazas llenas de podredumbre alimentan a personas desamparadas. Eso es sinónimo de amor.
Médicos que sacan de su tiempo para atender drogadictos, maestros que luchan en áreas seriamente afectadas por la miseria y la falta de bienes y dinero, van y enseñan día tras día sin quejarse... Eso además es amor también.
Ellos llevan una enorme cruz, practicando los preceptos de amor y dignidad que atesoramos.
Son esas pequeñas pero inconmensurables cosas que nuestros abuelos y abuelas nos enseñaron.
Un sacrificio pleno de un bien sobre el cual ninguno se beneficia en términos de dinero.
Ellos han atendido situaciones de necesidad sobre todo con el paso de un Huracán que dejó en la miseria a muchas familias, personas, individuos, comunidades, etc.
En ese sentido nunca debemos estar dispuestos a ceder los principios que nuestros padres nos enseñaron.
Una filosofía de vida basada en la honradez y ligada directamente a la verdad.
A no mentir ni caer presos de intereses que acosan y tientan estrictamente esos preceptos de familia y el amor ciudadano.
Una filosofía que nos aleja de los cuartos oscuros o prebendas con valores carentes de principios.
Siempre van a venir aquellos que saben y hablan en susurros como dioses de la sabiduría.
Su almohada es la arrogancia y su presencia se llama orgullo. Pero como diría Rubén Blades, son de plástico y el plástico se derrite.
Los buenos tienen una genialidad increíble para mantener una vida sosegada; no son ricos; de hecho laboran en trabajos que pensamos son los muy humildes. Su desempeño, se manifiesta con una cualidad única y genuina.
Esa cualidad que Dios les da desde el nacimiento viene con un propósito único: hacer el bien.
Y en ese proceso desarrollan y llevan a cabo esa bendición de amor explorando maneras para levantar a su gente, sus familias con el único deseo de ser personas de bien y con propósito en la vida.
Ese propósito que se considera como un argumento filosófico, está relacionado directamente con el saber.
Ese conocimiento que nos lo da la experiencia lo compartimos y eso nos libera, nos hace más fuertes y nos ayuda a emprender otros canales.
Enseñar es algo maravilloso ya en que cada semilla que se siembra nace la esperanza de un fruto y ese amor a esa siembra hace que lo mejor de nosotros se propague.
Abre brechas a comunidades enteras para que sobrevivan los abusos de poder que se dan en distintas partes del mundo.
Por eso admiro a aquellos que se sacrifican, que no se quejan y continúan su camino.
Admiro al ser humano humilde y genuino.
A esa persona que lo que ves es lo que es: no esconde nada. No se jacta de lo que tiene, posee o conoce. Ese ser humano se alimenta del amor y su guía sin pensar en religiones; está definitivamente allá arriba.
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