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2/22/2012

Historias que no olvido


Área de Trauma, frente a la Sala de Emergencia en el Centro Médico de Río Piedras

Escrito original 2012.

Hay un sector de la población que el gobierno ignora o piensa que ha dejado de existir.

Aun cuando el sistema intenta desligarse muchas veces de la parte social que le corresponde, no puede de ningún modo tapar el cielo con la mano o esconderse.

En circunstancias especiales, a veces estamos como espectadores, es decir, en primera fila viendo escenas que no son parte de una película cinematográfica; son escenas de la vida misma. En esencia esa es la realidad.

Me pasó que poco después de las 3:00 a.m., en la espera de ese paseo patético frente a la Sala de Trauma en lo que respecta al área de Emergencia del Centro Médico un auto se estaciona frente a las puertas de cristal. 

Del vehículo sale primero el conductor. Con ese atuendo clásico de regetonero y tirador. Celular en mano, abre la puerta del pasajero.

Encorvado, se baja del auto otro individuo con el mismo atuendo. Su mano derecha intentaba enderezar su espalda baja ya que la sangre pintaba toda su camisa hasta llegar a la mitad de la rodilla de la pierna derecha. 

Al verlo caminar pensé que después de siete puñaladas un individuo no podría caminar sobre sus propios pies. En eso me equivoqué.

Uno de los policías me indicó:
esa es la adrenalina pai’ y eso, que tú no has visto na’, hace un ratito pasó uno aquí con par de tiros caminando con su hermano

Demás está decir que esa escena se produjo frente a personas mayores, niños que lo observaban como si fuese un juego real de Grand Theft Auto

En mi caso, lo único que venía a mi mente era el Realismo Mágico de Gabriel García Márquez.

A esta misma sala llegaron guaguas del Sistema de Corrección con gente arrestada y herida, otros con heridas por disparos cuyo abdomen estaba totalmente ensangrentado. Otros con rostros fracturados pidiendo ayuda. 

Mientras en el interior de la Sala de Emergencia y estando con mi madre en una de las camillas con la cadera fracturada, hablaba con un joven conductor que por poco pierde un ojo en un accidente en motora. 

Eso sucedía en un hospital que prácticamente no tiene camillas. Los pacientes están en su mayoría hacinados en los pasillos y te atienden en algún momento 24 horas después.

Finalmente trasladaron a mi madre, la cual sufrió una caída el sábado de madrugada.  En la medida que tiempo transcurría, tuve ocasión de compartir con varios nuestros vecinos de cortina. Esta vez en el área de Tratamiento.

Allí se nos acercó una chica joven embarazada. Acompañando a su marido quien sufrió un accidente. El marido llegó a la Sala de Emergencia con un dedo colgando. 

La chica nos relató que esa misma noche le revelaron antes de llegar al Hospital que el hijo que esperaba tenía espina bífida. 

Pero ese diagnóstico el principio de la historia.

Era madre de tres hijos con su marido actual. Su marido por su parte era divorciado con tres hijos más. 

Cabe decir que su ex esposa según su relato, en un arrebato de cólera, un buen día se le apareció en su casa y le dejó los tres infantes a su cuidado permanente con la excusa que ella no podía —bregar con eso—.

A ese hecho en particular se le sumaba la infidelidad de este joven. Un año atrás había engañado a su esposa actual, embarazó otra mujer y el hijo producto de ese acto vivía con ellos también.
Uno en camino con espina bífida. Tres del primer matrimonio del marido son cuatro. Tres más de su esposa actual totalizan siete y con ellos dos: nueve. 

Y uno se pregunta ¿cómo carajo lo hacen?

Pero mientras hablábamos llegó otro vecino de cortina. 

Tatuado los brazos y con aspecto atemorizante. Nos relató que la noche anterior había llegado a su residencia la cual estaba cerca de donde se fraguó la masacre de pájaros descrita por la prensa tiempo atrás. 

Como estaba medio bebido su mujer no lo dejó entrar. Así que se quedó varado frente del portón de su casa. Su hijo que había salido en ese momento estaba llegando y al darse cuenta de algo raro; acto seguido le envió un mensaje de texto a su padre indicándole que había una —nébula—. 

Una nébula consiste en un vehículo sin identificar rondando su residencia.

En el momento que su hijo bebido también llegaba cerca de la casa; del auto que rondaba se bajaron dos para asaltar. El primero le espetó un punzón al hijo del caballero traspasando por varios centímetros su pulmón. 

El joven se arrancó el arma blanca y agarró al individuo que le infringió la herida y estuvo a punto de tumbarlo allí mismo.

Mientras su padre tenía al otro por el cuello con esas llaves de lucha libre que ahorcan a cualquiera por el cuello con un solo brazo. Con el otro alcanzó a ver una llave de perro tirada en la grama, la agarró y como él mismo relataba —con la llave le iba a explotar el cráneo— pero el hombre se desabrochó el —calzón—y medio desnudo se le soltó, se montaron los dos en el vehículo y se marcharon.

Hubiese estado escuchando mucho más sobre historias similares, pero uno de los médico nos interrumpió para comenzar el proceso de placas, estudios y análisis para la operación de mi madre al otro día.

Me despedí de ellos pensando en una frase sobre algo que leí tiempo atrás y que sigue torturándome:

—Cuánto perdemos por no mirar desde la perspectiva de la compasión; cuánto perdemos cuando nos es imposible visualizarnos en el lugar del prójimo— 

José A. Vargas Vidot, Iniciativa Comunitaria.

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