Los años de adolescencia, cuando bajaba
la cuesta del Colegio para transportarme en la guagua de la AMA (Autoridad
Metropolitana de Autobuses hasta entonces).
La gente, el olor y el ruido ensordecedor
de las calles. El Paseo de Diego y las librerías con su desorden. El colorido
de las estructuras, nuevas y viejas y el calor humano como también la gente que
deambula sin rumbo en sus calles.
Como adulto, la fuerte decepción de las tiendas
que el tiempo consumió con los grandes y extravagantes centros comerciales y los
especiales de aquellos establecimientos repletos de gente con filas
interminables mientras ese calor sofocante del pavimento arropaba nuestra piel.
La Plaza del Mercado con establecimientos
únicos, vacíos y patéticos. Y las tiendas Militares que alguna vez se asomaron
frente a Capetillo...
Sin mencionar los cuartos desechos de
estudiantes en Santa Rita, rodeados de esos “fast foods” con las disputas
clásicas con juegos interminables de ajedrez cuando las discusiones filosóficas
y el debate político aunque absurdo rozaba sin querer la utopía poética de
nuestra patria.
Jamás podré olvidar a Río Piedras…
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Paseo de Diego, Río Piedras, Puerto Rico |
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Un frutero dormido en el Paseo de Diego |
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Zapatero en una de las calles del pueblo de Río Piedras |
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Arquitectura en Río Piedras |
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Vegetales en uno de tantos kioskos en la Plaza del Mercado |
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El Carnicero en Río Piedras |
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Una librería en Río Piedras |
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Puesto de comida en la Plaza del Mercado |
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