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1/18/2020

Sigo pensando en Río Piedras


Recuerdo mi adolescencia con apenas 12 años, bajando la cuesta del Colegio San José en Río Piedras, para irme en guagua a casa.

A veces con mis amigos, otras solo, de camino al “corral” como se le llamaba el terminal de guaguas de la AMA (Autoridad Metropolitana de Autobuses) del pueblo.

Los comercios brillaban en esa época, las bocinas en las afueras, altoparlantes y mucha gente haciendo sus compras. Negocios como La Sortija, La Reina y la Plaza del Mercado eran puntos de conveniencia para cientos de seres humanos que se daban cita una y otra vez.

Era el tiempo donde Río Piedras tenía vida. Donde se sentía el calor humano de la gente humilde buscando cada especial, cada oferta, en fin toda una interacción humana que desgraciadamente ha desaparecido con el tiempo.

El colorido de la arquitectura extremadamente peculiar dejaba entrever que Río Piedras era un lugar especial. Único por sus colores y diseño. Por sus estructuras sociales dentro de un marco económico y financiero limitado.

Tanto la Universidad de Puerto Rico junto a las librerías y hospedajes se dejaban sentir en el casco urbano del pueblo, donde estudiantes, profesores y visitantes encontraban la lectura, la discusión y los debates y por supuesto el juego de ajedrez en las afueras del “Burger King” de Santa Rita. 

Como persona ya mayor me encuentro con una fuerte decepción sobre todo cuando pienso en las tiendas que el tiempo consumió. Los centros comerciales con sus grandes y extravagantes tiendas con aire acondicionado, estacionamiento entre muchas cosas descarrilaron una cultura comercial viene agonizando desde hace mucho tiempo.

De hecho, esto que escribo es parte de algo que comencé en el año 2012 cuando todavía coexistían y sobrevivían algunos comercios de pueblo en Río Piedras.

Ya de eso queda muy poco.
Visito por ejemplo, como lo hago con relativa frecuencia, la Plaza del Mercado y la nostalgia me consume cuando veo los establecimientos vacíos, convertidos en ruinas.

Las tiendas Militares que alguna vez se asomaron frente a Capetillo se fueron rápidamente. 

Esa adolescencia fue en gran medida una de las etapas más felices de mi vida. De eso me doy cuenta ahora cuando los años y las canas van en aumento cada día.

Al pensar en lo que ha ocurrido en Puerto Rico en las pasadas semanas con esto de sismos y los temblores podría decir con toda franqueza que la naturaleza le ha destapado una realidad social que siempre ha estado presente en nuestra Isla: la pobreza, desigualdad y la mediocridad del estado de gobierno cuyo enriquecimiento ilícito y podredumbre gubernamental nos ha traído en donde estamos ahora mismo.

En ese sentido, Río Piedras aparte de haber sido víctima de una desarrollo industrial y comercial desenfrenado desde principios de la década de los 70, lo cierto es que el gobierno tan solo se asoma en las comunidades del pueblo cuando le conviene, cada 4 años en cada elección.

De la misma forma, tal y como escuchan en la entrevista, curiosamente en el año 2012, ya en Río Piedras era evidente el cierre de comercios, estructuras sociales desatendidas y una escasa clientela que en su mayoría terminaban en la Plaza del Mercado como de costumbre.

Con el tiempo, a veces quisiera regresar a esos años juveniles de mi época adolescente y pensar en lo feliz que era cuando caminaba libremente y sin preocupaciones por el pueblo. 

De lo mucho que disfruté en La Tertulia y las librerías. La calle Arzuaga y los puestos de comidas con esas empanadillas o la sabrosura de aquellos pastelillos de carne.

Al menos El Obrero sigue con vida. 

Quiero pensar que ese pueblo de mi juventud sigue con vida pero la realidad es otra. 
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