Durante la campaña en las elecciones de Estados Unidos en 2016, el entonces candidato y hoy Presidente, Donald Trump expresaba: "Don't worry, we take our country back".
Una retórica nacional que poco a poco se transformó en un himno de campaña extrema para la extrema derecha y de igual forma en las comunidades o sectores deprimidos alrededor del territorio de la nación norteamericana.
Ante la victoria de Donald Trump casi una década después, estamos en presencia de un entorno, un universo político que ha dado otro giro. Uno que no tiene precedentes en la historia de Estados Unidos.
Su presidencia actual ha continuado el mismo curso de desregulación, políticas de deportación y ataques a la diversidad, pero ahora con implicaciones aún más serias. Sus órdenes ejecutivas han intensificado la presión sobre países aliados como México, Canadá y la Unión Europea, buscando imponer penalidades arancelarias y condicionamientos políticos. Su estilo de liderazgo, marcado por artimañas, medias verdades y acusaciones, se ha exacerbado con un entorno global más tenso, donde China y otros actores enfrentan una diplomacia agresiva y coercitiva.
No debemos olvidar que Donald Trump fue construyendo poco a poco lo que él denominaba un movimiento dentro de una esfera popular intolerante a la diversidad, alimentado por un discurso peligroso, racial y excluyente. Un discurso que ha cobrado mayor fuerza en 2025, donde la retórica antiinmigrante, anti-LGBTQ+ y antiambientalista se ha institucionalizado aún más dentro de su administración.
Ese núcleo anglosajón blanco que según el cuerpo estratégico de Trump estaba dormido desde 2016 se ha transformado en un ejército electoral recalcitrante. Un bloque que, con su discurso populista y radical, ha logrado fracturar aún más el tejido social y político de Estados Unidos, llevándolo hacia una polarización extrema. Esto quedó demostrado en su más reciente campaña presidencial, donde arrasó con sus oponentes demócratas, incluyendo a Kamala Harris.
Precisamente en aquel periodo decía Michael Moore:
"Whether Trump means it or not is kind of irrelevant because he's saying the things to people who are hurting. And it's why every beaten-down, nameless, forgotten working stiff, who used to be part of what was called the middle class, loves Trump. He is the Human Molotov Cocktail that they have been waiting for. The Human Hand Grenade that they can legally throw into the system that stole their lives from them".
Recordemos que tras haber destruido las aspiraciones de 16 contendientes en aquellas primarias, frente a millones de personas a través de las principales cadenas de televisión y con la ayuda de un equipo con inclinaciones racistas, Trump desarrolló un aura de protector ante una población olvidada. Figuras clave como Roger Stone, Paul Manafort y Steve Bannon desempeñaron roles fundamentales en la consolidación de este movimiento radical.
Precisamente, Bannon fue entrevistado en 60 Minutes (CBS), donde declaró la guerra al entonces "Speaker" de la Cámara, Paul Ryan, y al líder de la Mayoría en el Senado, Mitch McConnell, estableciendo un precedente de conflicto interno en el Partido Republicano.
Muy a mi pesar, fue en aquel mismo periodo que el Partido Demócrata destruyó la candidatura de Bernie Sanders, quien en la Convención Demócrata colgó los guantes, sabiendo cómo lo supe yo en ese instante, que la candidata, Hillary Clinton, no iba a prevalecer. Ni siquiera los medios nacionales pudieron advertir con certeza que una candidatura republicana tan risible, basada en puntos publicitarios de discriminación, lograría levantar toda una población caucásica y que, según el propio Trump, representaba una "mayoría silente".
Mucho se habló de esa burbuja republicana, pero al examinar los hechos, la burbuja siempre estuvo del otro lado. Y de hecho, los demócratas tuvieron todo un arsenal de municiones para detenerlo desde sus inicios como candidato. Para desviar o hacerlo desistir "motus proprio" de la silla más codiciada del universo político norteamericano.
Nunca supieron utilizar los argumentos que requerían ese momento histórico en que Trump se lanzaba al ruedo político. Para ellos, era risible. Mientras tanto, en Puerto Rico - donde vivo - era preciso escuchar los programas de análisis cuando los deponentes se reían de que algo como lo que sucedió pudiese tener la más remota posibilidad.
Según el ex comentarista de noticias de Fox News, Bill O'Reilly, sobre la candidata de 2016 del Partido Demócrata:
"There is no question that the Democratic machine waged an arrogant campaign that justified Hillary Clinton's incredible record of ethical deficiencies. While many politicians distort and mislead, Mrs. Clinton seems incapable of speaking the truth. Her exploitation of a massive charity foundation for her own benefit is simply stunning. Even more troubling, she sincerely believes that she did nothing wrong or has ever done anything wrong. There should be grave concern in the Clinton camp. The reason the Secretary may lose is that the tipping point may have been reached. If you are familiar with Malcolm Gladwell's theory - bad things mount up and then suddenly at a dramatic moment, everything comes crashing down - that's what exactly happened. The American people have had enough of Hillary Clinton".
La derrota era previsible y se podía advertir. Además, toda una maquinaria de noticias radicales, muchas de ellas como la de Alex Jones, centradas en argumentos de conspiración falsos o medias verdades, expresamente tuvieron un eco profundo dentro de ese universo votante. A estos no les importaban ni las acusaciones de hostigamiento ni las expresiones sexuales lamentables hacia la mujer o los ataques a periodistas sin ningún tipo de contemplación.
Hoy, en 2025, el estado político de Trump, cuyas políticas de desregulación, deportación y desprecio a la libertad de prensa siguen en aumento, ha sentado las bases para un régimen aún más radicalizado. Sus órdenes ejecutivas continúan debilitando alianzas internacionales, restringiendo derechos y fomentando un clima de intolerancia.
Mientras tanto, nos preguntamos, ¿dónde está Biden? ¿Kamala Harris? ¿Obama? ¿Dónde está la resistencia demócrata?
Al menos tenemos tres figuras cuya valentía sigue enfrentando a un entorno racista que pretende diluir las facultades soberanas de una sociedad que ansía vivir en paz: Bernie Sanders, Elizabeth Warren y Alexandria Ocasio-Cortez.