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11/21/2020

Intento descabellado de Trump en revertir la victoria de Joe Biden y Kamala Harris.



Tan reciente como días atrás, el presidente norteamericano Donald J. Trump intervino con la Legislatura Estatal del estado de Michigan al invitar la delegación republicana a la Casa Blanca.


Como una nueva estrategia, este presidente pretende alterar el margen de 157 mil votos de diferencia que le dieron la victoria al presidente electo, Joe Biden y su compañera de papeleta, Kamala Harris.

 

Aun cuando esto resulta ser alarmante, desafiante además de irresponsable en una derrota que afortunadamente no podrán alterar, estos funcionarios republicanos emitieron una declaración por escrito una vez concluida dicha reunión:

 

"El proceso de certificación de Michigan debe ser un proceso deliberado libre de amenazas e intimidación. Las acusaciones de comportamiento fraudulento deben tomarse en serio, investigarse a fondo y, si se demuestran, enjuiciarse con todo el rigor de la ley. Y los candidatos que obtienen la mayor cantidad de votos ganan las elecciones y los votos electorales de Michigan. Estas son verdades simples que deberían brindar confianza en nuestras elecciones ", dijeron en un comunicado el líder de la mayoría republicana en el Senado de Michigan, Mike Shirkey, y el presidente de la Cámara, Lee Chatfield.

 

En ese sentido, se espera que a principios de la semana próxima estos funcionarios junto a su legislatura en Michigan, certifiquen los resultados ya escrutados dentro del proceso de votación.

 

Pero esto no termina aquí. Lo que el presidente intentó hacer con estos oficiales en Michigan, lo está planificando en otros estados buscando revertir los resultados y las intenciones de cientos de miles de votantes que rechazaron sus posturas.

 

Para desgracia del presidente Trump, ayer mismo se certificó finalmente los resultados en Georgia donde el 13 de noviembre de 2020, las cadenas principales de noticias les daban la victoria a los demócratas. Ese mismo día, Arizona se sumaba para elevar la ventaja de Biden a 306 en votos electorales de 232 votos del candidato republicano a la reelección.

 

Sin embargo, esas victorias no fueron suficientes para evitar el descrédito de Casa Banca y sus secuaces en el senado quienes se han negado aceptar el triunfo de Biden a La Casa Blanca.

 

Utilizando refuerzos de un equipo legal que poco a poco se ha desintegrado, han llevado demandas a todo el contingente de estados en que el candidato a presidente demócrata resultó victorioso.

 

Demandas que en su mayoría han sido desestimadas o retiradas por sus propios abogados.

 

Todo esto con el único propósito de interceptar el camino hacia una transición ordenada y pacífica en la que una nueva administración debería tener ya todos los recursos para asumir todos los poderes conferidos en la Constitución una vez se certifiquen los resultados.

 

Con la excusa de un fraude de proporciones nunca vistas y la teoría absurda y conspiradora de inundar equipos con logaritmos que solo se ven en películas de ciencia ficción, uno de sus principales abogados se expresó durante 45 minutos sin presentar absolutamente ninguna evidencia de fraude.

 

Una y otra vez, sus abogados han sido humillados en los tribunales al no poder presentar evidencia que apoye tales acusaciones. 

 

Pero el problema que supone estas expresiones de fraude es mucho más profundo que el ejercicio legal republicano que ha fracasado.

 

Utilizar el caos como estrategia apelando indirectamente al sector de extrema derecha con dichas expresiones no tan solo fragmenta la sociedad, sino que se cava una división profunda difícil de disipar.

 

Descansar en componendas dirigidas a impugnar la valides y destruir la confianza en los procesos democráticos es casi irreparable. 

 

Cuando la mentira y el engaño se apodera de la expresión nacional del gobierno es como un arma sin inscribir que apunta a las instituciones más sagradas del estado.

 

Cuando el propio presidente argumenta que el proceso electoral del pasado 3 de noviembre fue diseñado como parte de una conspiración demócrata para derrotarlo, evidentemente eso tiene un efecto destructivo sobre la legitimidad en las instituciones y los derechos que cobijan a cualquier ciudadano estadounidense.

 

Hablar de fraude sin evidencia no tan solo es peligroso, sino que puede encender una mecha dentro de un universo de votantes cuyas normas reales están sumergidas al amparo de un discurso violento, divisorio y racista.

 

Esconderse dentro de toda esa parafernalia legal y pretender anular la intención de millones de votantes es ridículo toda vez que los mismos funcionarios que han dirigido tales operaciones han rechazado cualquier insinuación de fraude o manejos ilegales con los sufragios electorales.

 

No poder comprender el alcance del rechazo ciudadano es enfermizo y se acerca a las tribulaciones de culto fanático e irracional cuyo desenlace ha sido trágico en la inmensa mayoría de las ocasiones.

 

Un rechazo masivo que logró alianzas jamás vistas en una contienda histórica y de esta magnitud.

 

El triunfo de Joe Biden se logró con grupos independientes, progresistas, republicanos y otros que marcaron la ruta hacia la presidencia junto a la primera mujer de raza negra como vicepresidente de la Nación.

 

Aquellos de nosotros que atesoramos la paz, la comprensión, un gobierno inclusivo, que atienda no tan solo esta crisis de pandemia sino la división sectaria en Norteamérica decimos que el BIEN triunfó. 

 

A la larga, esta maldad presidencial con todos sus componentes y protagonistas habrán de retirarse. Pero no se podrán ir sin enfrentar finalmente las consecuencias de sus actos y el daño que le han hecho a la Nación.

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