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6/05/2020

La fotografía me ayuda a ser mejor cada día...



Ver de cerca lugares donde se vive la desigualdad y la indigencia, me hace pensar que nos falta mucho como pueblo. 

De la misma forma, haber sido participe de los hechos que transformaron nuestra historia, me enorgullece.

Eso es lo increíble de la fotografía. En momentos estamos en el centro de algo que sabemos es transformador y emocionante.

La fotografía me permite entrar directamente en escenarios que a veces son tétricos y lejos de esperanza, plagados de pestilencia o la locura de una sociedad aislada en medio de un mundo que camina en otra dirección.

Trato de comprenderlo, pero la única manera de hacerlo es estar ahí y hablar con la gente.

Gente que lucha incesantemente. Gente que no se quita. 

En fin, la fotografía es una jornada. Una filosofía de vida que me ayuda a profundizar sobre mi vida, mis calles y mi pueblo.

Ese es el sentido que me lleva a hacer lo que hago.

Esa interacción es la que amo. Es la que me ayuda a estar en sintonía con mi gente y mi mundo que es Puerto Rico. 

Cada día aprendo que mis problemas no son únicos. Y comprendo que mi universo con o sin penurias, apenas lo comienzo a entender.

A pesar que todo ha cambiado, trato de encontrar los momentos para volver a recapitular esas imágenes y vivencias en donde la fotografía me ayudó a comprender profundamente la sociedad donde vivo.

No he salido en meses que no sea para asuntos estrictamente personales y por escasos momentos.

A veces me desespero pero comprendo la gravedad de las circunstancias y las consecuencias sobre una persona como yo, que tiene 58 años y es fumador.

Pero a pesar de todo, cuando examino dichas imágenes encuentro un sentido diferente. Me coloco mentalmente en la escena y recreo esos instantes.

Es difícil imaginar que todo vuelva a la normalidad.

Lo que nos ha pasado aquí en Puerto Rico al igual que al mundo entero, ha colapsado nuestra vida y nuestra libertad.

Aun cuando escasas, salgo en circunstancias excepcionales, con mascarillas. Con guantes. Con esa preocupación que nos sobrecoge y nos mantiene en estado de alerta todo el tiempo.

Esa es una nueva norma. Jamás en mi vida pensé estar viviendo algo semejante. Tal vez ninguno de nosotros.

A eso le sumamos que el periódico El Nuevo Día, en su portada digital indica que el Departamento de Salud de Puerto Rico reportó, 112 casos nuevos de COVID-19 basados en pruebas moleculares y serológicas, lo que aumenta la cifra al día de hoy a 4,620.

En momentos en que el gobierno parece ceder a la presión privada para que el pueblo regrese a su vida tradicional, las cifras y los índices de positivos van en aumento en contraposición a los parámetros establecidos por la Organización Mundial de la Salud para que el retorno sea menos peligroso.

La falta de empuje de un gobierno en el poder seducido por garantías políticas y posiblemente acuerdos privados de campañas habrán de ser responsables en su día si una segunda ola nos arropa y nos vuelve a tirar a una cuarentena mucho peor que la que hemos vivido.

Sin habernos recuperado tras el paso del huracán María, los temblores y terremotos, pretender que todo se encamina a esa normalidad es irresponsable y pone en juego las medidas que otros Países han establecido con éxito.

A eso le añadimos que precisamente estos políticos que ostentan estos cargos de estado pretenden hacernos ver la relación amistosa con una administración presidencial que la mayoría de nuestro pueblo rechaza.

Pero eso es harina de otro costal.

En estos momentos y bajo estas circunstancias el único aliciente es como les expresé en los primeros párrafos: reencontrarme con las cosas que más quiero, disfruto y añoro.

A pesar que distinto a otras veces cuando ya no estaré dentro de un carro público, una guagua, autobús o tren urbano por decirlo así, con mi equipo fotográfico buscando esas calles, recobrar esos instantes de vida alivian mi espíritu.

Me ayudan a pensar que de nuevo, en algún punto podré volver a transitar esos espacios sociales, esta vez con mayor libertad que antes.

Aprenderé a valorar cada instante y dar gracias por estar vivo y por la esperanza de pensar que seguimos adelante con nuestras fallas, nuestras problemas pero mucho más fuertes y conscientes que al otro lado del túnel hay una luz que nos ilumina. 

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