Fotógrafo y artista José Carlo con su cámara Leica X1 |
El rastro de cada año se marca
en nuestra vida similar a una herida. Algunas cicatrizan más rápido, otras en
cambio tardan una eternidad.
Al curarse
queda la huella. Una mancha en nuestro interior que nos sumerge en las profundidades
del alma. Ese interior donde no podemos esconder nada.
Aun cuandos los recuerdos y las circunstancias nos estrujan el corazón
cada vez que recordamos.
Los huracánes Irma y María cambiaron nuestras vidas. Pero nos recuperamos o más bien; nos hemos ido recuperando poco a poco.
Queda mucho por hacer.
Cinco meses atrás murió mi
Mamá. Estuvo encamada casi por 7 años. A pesar de lo extremadamente doloroso,
les puedo decir que fue lo mejor para ella.
Su masa muscular había
desaparecido. Su mente la devoró una enfermedad muy cruel: “Alzheimer’s”.
Al no moverse sus huesos y
extremidades tiesas, perdieron movilidad y poco a poco se fue encorvando hasta
que en un momento en la casa de cuido sufrió un colapso del cual nunca
sobreviviría.
Es ahí que aprendí una
lección sumamente fuerte y dolorosa:
Hay momentos en que la muerte por más trágica que sea resulta en un punto positivo.
Durante este tiempo además
he conocido muchas personas, entre ellas un hombre mayor que es quien nos
enmarca los trabajos en la oficina.
Recientemente cerró su
Galería ya que es una persona, él y su esposa muy mayores.
Una persona muy acaudalada
pero muy buena y humilde. Una de sus dos hijas sufrió al nacer producto de
negligencia médica.
Prácticamente desde hace
muchos años viven de carrera al hospital. Su hija requiere una atención
constante por lo cual no tienen vida.
Viven para el cuidado de
esa niña que es hoy día una mujer adulta. Y es preciso ver y escuchar el amor
con el cual ellos que son mayores, la cuidan y la atienden.
Con ellos aprendí una lección extermadamente importante:
Evidentemente el dinero no lo es todo.
Tienen todo el
dinero del mundo pero ese resulta insignificante al momento que tienen que atender a su hija todo el tiempo.
En este año aprendí a ser más cauteloso con mis amistades. A detectar cosas que se vienen asomando
de una forma inesperada e incierta. A veces creemos que hemos recorrido este
camino.
Pero no es así.
Por lo que la tercera lección que aprendí y que me hirió de momento este año que está
próximo a concluir, es:
Que por más que uno cree en ciertas amistades, a veces nos equivocamos. Hay factores que desconocemos y no controlamos.
Aprendí en este año con
mucha desilusión y tristeza que las palabras y los discursos políticos mal
intencionados pueden cobrar la vida de muchos inocentes.
El tono racial, el
desprecio a otros seres humanos unido a una ideología nacional equivocada puede
tener eco en un número de gente que no son una minoría.
Eso en esencia es una
tragedia.
Pero es más trágico aun
cuando esas expresiones provienen del propio presidente de la Nación norteamericana.
En ese sentido, esta etapa
política nos trae a una lección dramática:
En la política nada está escrito y mucho menos debemos subestimar a nuestros oponentes.
Hay muchas lecciones por
aprender.
Ha sido un año, al menos
en mi caso de muchos retos y obligaciones.
No todo ha sido color de hormiga brava como dicen acá, también he ganado.
Y conmigo, millones de
seres humanos que valoran la verdad y aprenden cada minuto de sus vidas que
cada segundo que respiramos debemos dar GRACIAS y seguir adelante.
Esperar lo mejor.
Y utilizar todo lo que hemos
aprendido y atesorado para ser ejemplo no tan solo para nuestras familias sino
para nosotros mismos.
A todos los que me siguen
les doy sinceramente las GRACIAS y les deseo que este próximo año les traiga
salud y bienestar. Sabiduría para comprender aquello que está fuera de nuestro
alcance o que no podemos controlar.
Que este 2019 les de luz
para hallar el camino de la verdad, la esperanza y la prosperidad.
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