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12/09/2018

Lección aprendida


Fotógrafo y artista José Carlo con su cámara Leica X1

El rastro de cada año se marca en nuestra vida similar a una herida. Algunas cicatrizan más rápido, otras en cambio tardan una eternidad.  

Al curarse queda la huella. Una mancha en nuestro interior que nos sumerge en las profundidades del alma. Ese interior donde no podemos esconder nada.

Aun cuandos los recuerdos y las circunstancias nos estrujan el corazón cada vez que recordamos.

Los huracánes Irma y María cambiaron nuestras vidas. Pero nos recuperamos o más bien; nos hemos ido recuperando poco a poco. 

Queda mucho por hacer. 

Cinco meses atrás murió mi Mamá. Estuvo encamada casi por 7 años. A pesar de lo extremadamente doloroso, les puedo decir que fue lo mejor para ella.

Su masa muscular había desaparecido. Su mente la devoró una enfermedad muy cruel: “Alzheimer’s”.

Al no moverse sus huesos y extremidades tiesas, perdieron movilidad y poco a poco se fue encorvando hasta que en un momento en la casa de cuido sufrió un colapso del cual nunca sobreviviría.

Es ahí que aprendí una lección sumamente fuerte y dolorosa:
Hay momentos en que la muerte por más trágica que sea resulta en un punto positivo.
Durante este tiempo además he conocido muchas personas, entre ellas un hombre mayor que es quien nos enmarca los trabajos en la oficina.

Recientemente cerró su Galería ya que es una persona, él y su esposa muy mayores.

Una persona muy acaudalada pero muy buena y humilde. Una de sus dos hijas sufrió al nacer producto de negligencia médica.

Prácticamente desde hace muchos años viven de carrera al hospital. Su hija requiere una atención constante por lo cual no tienen vida.

Viven para el cuidado de esa niña que es hoy día una mujer adulta. Y es preciso ver y escuchar el amor con el cual ellos que son mayores, la cuidan y la atienden.

Con ellos aprendí una lección extermadamente importante: 
Evidentemente el dinero no lo es todo.
Tienen todo el dinero del mundo pero ese resulta insignificante al momento que tienen que atender a su hija todo el tiempo.

En este año aprendí a ser más cauteloso con mis amistades. A detectar cosas que se vienen asomando de una forma inesperada e incierta. A veces creemos que hemos recorrido este camino.

Pero no es así.

Por lo que la tercera lección que aprendí y que me hirió de momento este año que está próximo a concluir, es:
Que por más que uno cree en ciertas amistades, a veces nos equivocamos. Hay factores que desconocemos y no controlamos.
Aprendí en este año con mucha desilusión y tristeza que las palabras y los discursos políticos mal intencionados pueden cobrar la vida de muchos inocentes.

El tono racial, el desprecio a otros seres humanos unido a una ideología nacional equivocada puede tener eco en un número de gente que no son una minoría.

Eso en esencia es una tragedia.

Pero es más trágico aun cuando esas expresiones provienen del propio presidente de la Nación norteamericana.

En ese sentido, esta etapa política nos trae a una lección dramática:
En la política nada está escrito y mucho menos debemos subestimar a nuestros oponentes.
Hay muchas lecciones por aprender.

Ha sido un año, al menos en mi caso de muchos retos y obligaciones. No todo ha sido color de hormiga brava como dicen acá, también he ganado.

Y conmigo, millones de seres humanos que valoran la verdad y aprenden cada minuto de sus vidas que cada segundo que respiramos debemos dar GRACIAS y seguir adelante.

Esperar lo mejor.

Y utilizar todo lo que hemos aprendido y atesorado para ser ejemplo no tan solo para nuestras familias sino para nosotros mismos.

A todos los que me siguen les doy sinceramente las GRACIAS y les deseo que este próximo año les traiga salud y bienestar. Sabiduría para comprender aquello que está fuera de nuestro alcance o que no podemos controlar.

Que este 2019 les de luz para hallar el camino de la verdad, la esperanza y la prosperidad.




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